Le tenía muchas ganas a esta nueva entrega de “El marqués de Anaon” ya que tras la lectura del último álbum me había parecido percibir cierto síntomas de acomodamiento por parte del equipo artístico en una fórmula de éxito pero de la que pocas sorpresas se podía esperar. Curiosidad por comprobar si nos íbamos a encontrar con un cómic aseadito o un tebeo realmente currado y que mereciese gastarse los catorce euros del ejemplar en la edición de Norma Editorial. Bien, pueden estar tranquilos, porque tras leer “La Cámara de Kéops” les adelanto que estamos ante una de las mejores entregas de la serie que es sin duda el mejor cómic de época que se está publicando actualmente en el país vecino. Les cuento.
¿Qué haces si repentinamente recibes de un generoso benefactor que no conoces de nada en herencia una fortuna? Probablemente, sonreír, dar las gracias y disfrutar de tu buena suerte. Sin embargo, si el agraciado es el curioso señor de Poulain, popularmente conocido como Marqués de Anaon, la herencia no se convierte más que en el cebo para resolver el misterio que envuelve a la figura de Umberto Leone. Un misterio que trasladará a Jean Baptiste al misterioso y exótico Egipto del siglo XVIII siguiendo los pasos de Leone y le convertirá en el centro de un mar de intrigas del que le costará salir con vida. ¿Descubrirá Jean Baptiste el tesoro de Keops?¿Descubrirá el secreto que llevó a Leone a abandonarlo todo para viajar a Egipto?¿Encontrará el amor? Tendrán que leerse el tebeo, amigos.
El guionista Fabien Vehlmann y da un paso adelante al cambiar completamente el escenario en el que se desarrollan las historias de la serie. Si hasta ahora, todas las aventuras habían tenido lugar en Francia (o en el mar) en esta ocasión la acción se traslada al misterioso Egipto del siglo XVIII en una historia plagada de misterios perfectamente dosificados para que el lector no pueda dejar de leer hasta el final del álbum. Creo que Vehlmann se ha liberado del peso que le suponía en anteriores entregas explicar datos del pasado del protagonista de modo que ha contado con más espacio para desarrollar una historia más rica y compleja que, salvando las distancias, me ha recordado a las protagonizadas por “Tintin”. Y es que, en cierta medida, Jean Baptiste Poulliere es un Tintin del siglo XVIII y en la posibilidad de ir haciendo viajar al personaje por el mundo -como hizo Hergé con Tintin- va a radicar en mi opinión el éxito de los próximos álbumes. Vehlmann escribe una historia muy entretenida a la que no le falta de nada y a la intriga y los supuestos elementos sobrenaturales marca de la serie sabe añadirles los toques de humor y erotismo justos para hacer la historia sea apta y atractiva para el más exigente lector.
Pero si Vehlmann realiza en este álbum uno de sus mejores trabajos lo mismo se puede decir del que es para mí el máximo atractivo de la serie, el dibujante Mattieu Bonnhomme, quien supera el ya alto nivel mostrado hasta el momento, recreando el encanto y misterio que se le supone al Egipto antiguo. Se nota que Bonnhomme se ha encontrado muy cómodo ante el reto de describir este ambiente exótico y demuestra un cuidado estudio de la época que se plasma en la cantidad de detalles que incorpora en cada viñeta. Sin embargo, Bonhomme en ningún momento recarga sus composiciones y se muestra muy consciente de mantener el hilo narrativo de la historia en todo momento. Para un guionista debe ser una delicia trabajar con un dibujante como él ya que le permite centrarse únicamente en los diálogos de la historia sin necesidad de caer en redundancias explicativas de ningún tipo. En el aspecto gráfico, no hay que olvidar tampcoo la labor de Delf quien maneja perfectamente la paleta de colores para dar en todo momento con el matiz justo que los cambios de ambientación requieren en la historia, complementando estupendamente el dibujo de Bonhomme.
En definitiva, los que ya seán fieles seguidores de las andanzas de “El marqués de Anaon” se van a encontrar con el mejor álbum de la serie. Y los que todavía no hayan disfrutado de sus aventuras no deberían dejar pasar la oportunidad de disfrutar de una estupenda aventura autoconclusiva de una de las mejores parejas artísticas del actual cómic europeo. La edición de Norma correcta.
Otras entradas de El lector impaciente dedicadas a “El Marqués de Anaon”:
“La isla de Brac”
“La virgen negra”
“La providencia”
“La Bestia”
¿Qué haces si repentinamente recibes de un generoso benefactor que no conoces de nada en herencia una fortuna? Probablemente, sonreír, dar las gracias y disfrutar de tu buena suerte. Sin embargo, si el agraciado es el curioso señor de Poulain, popularmente conocido como Marqués de Anaon, la herencia no se convierte más que en el cebo para resolver el misterio que envuelve a la figura de Umberto Leone. Un misterio que trasladará a Jean Baptiste al misterioso y exótico Egipto del siglo XVIII siguiendo los pasos de Leone y le convertirá en el centro de un mar de intrigas del que le costará salir con vida. ¿Descubrirá Jean Baptiste el tesoro de Keops?¿Descubrirá el secreto que llevó a Leone a abandonarlo todo para viajar a Egipto?¿Encontrará el amor? Tendrán que leerse el tebeo, amigos.
El guionista Fabien Vehlmann y da un paso adelante al cambiar completamente el escenario en el que se desarrollan las historias de la serie. Si hasta ahora, todas las aventuras habían tenido lugar en Francia (o en el mar) en esta ocasión la acción se traslada al misterioso Egipto del siglo XVIII en una historia plagada de misterios perfectamente dosificados para que el lector no pueda dejar de leer hasta el final del álbum. Creo que Vehlmann se ha liberado del peso que le suponía en anteriores entregas explicar datos del pasado del protagonista de modo que ha contado con más espacio para desarrollar una historia más rica y compleja que, salvando las distancias, me ha recordado a las protagonizadas por “Tintin”. Y es que, en cierta medida, Jean Baptiste Poulliere es un Tintin del siglo XVIII y en la posibilidad de ir haciendo viajar al personaje por el mundo -como hizo Hergé con Tintin- va a radicar en mi opinión el éxito de los próximos álbumes. Vehlmann escribe una historia muy entretenida a la que no le falta de nada y a la intriga y los supuestos elementos sobrenaturales marca de la serie sabe añadirles los toques de humor y erotismo justos para hacer la historia sea apta y atractiva para el más exigente lector.
Pero si Vehlmann realiza en este álbum uno de sus mejores trabajos lo mismo se puede decir del que es para mí el máximo atractivo de la serie, el dibujante Mattieu Bonnhomme, quien supera el ya alto nivel mostrado hasta el momento, recreando el encanto y misterio que se le supone al Egipto antiguo. Se nota que Bonnhomme se ha encontrado muy cómodo ante el reto de describir este ambiente exótico y demuestra un cuidado estudio de la época que se plasma en la cantidad de detalles que incorpora en cada viñeta. Sin embargo, Bonhomme en ningún momento recarga sus composiciones y se muestra muy consciente de mantener el hilo narrativo de la historia en todo momento. Para un guionista debe ser una delicia trabajar con un dibujante como él ya que le permite centrarse únicamente en los diálogos de la historia sin necesidad de caer en redundancias explicativas de ningún tipo. En el aspecto gráfico, no hay que olvidar tampcoo la labor de Delf quien maneja perfectamente la paleta de colores para dar en todo momento con el matiz justo que los cambios de ambientación requieren en la historia, complementando estupendamente el dibujo de Bonhomme.
En definitiva, los que ya seán fieles seguidores de las andanzas de “El marqués de Anaon” se van a encontrar con el mejor álbum de la serie. Y los que todavía no hayan disfrutado de sus aventuras no deberían dejar pasar la oportunidad de disfrutar de una estupenda aventura autoconclusiva de una de las mejores parejas artísticas del actual cómic europeo. La edición de Norma correcta.
Otras entradas de El lector impaciente dedicadas a “El Marqués de Anaon”:
“La isla de Brac”
“La virgen negra”
“La providencia”
“La Bestia”