Coincidiendo casi con la aparición este mes de “Onírica”, el integral que Glénat va a dedicar a recuperar las obras que últimamente he estado releyendo de José María Beroy le toca el turno a “La Enfermedad del Sueño” un compendio de historias aparecidas inicialmente en la revista “Zona 84” y posteriormente reunidas en un álbum publicado por Toutain hace ya más de dos décadas.
Al ser un conjunto de historias variopintas y dispersas de diferente tono y tratamiento localizables en el extenso cajón desastre del fantástico cada lector podría encontrar de manera independiente alguna que le interesase aun cuando inicialmente podría echar a faltar un nexo común más sólido que aglutinase tanto derroche imaginativo. Y precisamente, es en ese punto donde el álbum cobra una nueva dimensión que lo hace enormemente destacable a raíz de la habilidad que muestra el autor para hacer de la necesidad virtud y ensamblar todas las historias en un hilo narrativo que las da una nueva dimensión sin que al lector le chirríe el recurso llegando a pensar, si desconoce la procedencia de las distintas historias, que se encuentra ante una obra enteramente original.
Para lograr ese efecto, Beroy intercala entre las historias originales una nueva sobre la que construye el armazón del álbum - la historia de un autor perdido entre los sueños y la vigilia de la creación a la busca un misterioso libro mientras espera encontrar en una u otra orilla a su amada- presentándose el resto de las historias como ventanas a los sueños del protagonista. Mediante este recurso, el autor ordena, por un lado, el totum revollutum que sería de otro modo el álbum dotándolo de una coherencia interna y justifican, por otro, el “vale todo” que la ausencia de reglas que situar el quebradizo argumento en el sueño supone.
Además, Beroy da un paso más allá para utilizar sabiamente los recursos narrativos del cómic y transmitir al lector la zozobra del durmiente en una narración elíptica en la que sutiles – un jarrón que se rompe, una ventana abierta por el viento, el revoltijo de sábanas del protagonista…- cambios en las viñetas en las que el protagonista duerme nos preparan para la zozobra de sus aventuras oníricas y realzando los detalles -el uso del color como un elemento diferenciador entre la libertad de la fantasía frente al tono más dramático de la realidad en blanco y negro, la vis evocadora del título sugerente, .o el homenaje declarado a la obra de un genio como Edgard Allan Poe- para recrear la atmósfera que da identidad al álbum al tiempo y conseguir aportar al lector que ya conociese las historias por la revista una nueva y original perspectiva.
En definitiva, “La enfermedad del sueño” es una obra madura de un autor que conoce perfectamente el medio en el que trabaja pero no sólo al nivel del que teoriza sobre abstracciones artificiosas sino del sobrado capaz de elevar su oficio y la búsqueda de soluciones pragmáticas en un arte haciendo que lo difícil parezca sencillo de un modo que no está al alcance de cualquiera. Un álbum cuyo conocimiento y análisis debería ser obligatorio para todos los que quieran contar historias en viñetas.
Al ser un conjunto de historias variopintas y dispersas de diferente tono y tratamiento localizables en el extenso cajón desastre del fantástico cada lector podría encontrar de manera independiente alguna que le interesase aun cuando inicialmente podría echar a faltar un nexo común más sólido que aglutinase tanto derroche imaginativo. Y precisamente, es en ese punto donde el álbum cobra una nueva dimensión que lo hace enormemente destacable a raíz de la habilidad que muestra el autor para hacer de la necesidad virtud y ensamblar todas las historias en un hilo narrativo que las da una nueva dimensión sin que al lector le chirríe el recurso llegando a pensar, si desconoce la procedencia de las distintas historias, que se encuentra ante una obra enteramente original.
Para lograr ese efecto, Beroy intercala entre las historias originales una nueva sobre la que construye el armazón del álbum - la historia de un autor perdido entre los sueños y la vigilia de la creación a la busca un misterioso libro mientras espera encontrar en una u otra orilla a su amada- presentándose el resto de las historias como ventanas a los sueños del protagonista. Mediante este recurso, el autor ordena, por un lado, el totum revollutum que sería de otro modo el álbum dotándolo de una coherencia interna y justifican, por otro, el “vale todo” que la ausencia de reglas que situar el quebradizo argumento en el sueño supone.
Además, Beroy da un paso más allá para utilizar sabiamente los recursos narrativos del cómic y transmitir al lector la zozobra del durmiente en una narración elíptica en la que sutiles – un jarrón que se rompe, una ventana abierta por el viento, el revoltijo de sábanas del protagonista…- cambios en las viñetas en las que el protagonista duerme nos preparan para la zozobra de sus aventuras oníricas y realzando los detalles -el uso del color como un elemento diferenciador entre la libertad de la fantasía frente al tono más dramático de la realidad en blanco y negro, la vis evocadora del título sugerente, .o el homenaje declarado a la obra de un genio como Edgard Allan Poe- para recrear la atmósfera que da identidad al álbum al tiempo y conseguir aportar al lector que ya conociese las historias por la revista una nueva y original perspectiva.
En definitiva, “La enfermedad del sueño” es una obra madura de un autor que conoce perfectamente el medio en el que trabaja pero no sólo al nivel del que teoriza sobre abstracciones artificiosas sino del sobrado capaz de elevar su oficio y la búsqueda de soluciones pragmáticas en un arte haciendo que lo difícil parezca sencillo de un modo que no está al alcance de cualquiera. Un álbum cuyo conocimiento y análisis debería ser obligatorio para todos los que quieran contar historias en viñetas.
Otras obras de J. M. Beroy en El lector impaciente:
- "666/999".
- "Versus".
- "Doctor Mabuse".