Ayer hablábamos de las maravillas de las que el escocés Grant Morrison, el guionista de cómic con más ideas por viñeta, es capaz y hoy toca hablar de sus sombras, de las caóticas historias que puede ofrecer cuando su creatividad se encuentra completamente desatada. Sí, voy a contarles de “Kid Eternity”, la revisión que Morrison realizó para Vertigo en los noventa junto al dibujante Duncan Fegredo del personaje de los años cuarenta que ya publicara Zinco hace décadas en tres álbumes y que acaba de reeditar Planeta en un apañado tomo único.
El “Kid Eternity” original fue un personaje de Quality Comics de los años cuarenta que fue adquirido por DC merced a su política de absorción de compañías en crisis para, tras unos cuantos intentos de recuperación, caer en el olvido. A principios de los noventa, el encargado de recuperar al personaje fue el amigo Morrison quién, con su inimitable estilo, aprovechó el origen del personaje –un huérfano muerto durante la II Guerra Mundial antes de tiempo que regresa al mundo como agente del bien con poderes mágicos cada vez que pronuncia la palabra Eternity. En la versión de Morrison, Kid utiliza a Jerry, un humorista moribundo, como medio para volver a la Tierra tras una prolongada estancia en el Infierno, siendo ambos perseguidos por una jauría de demonios. Con los demonios en los talones, Kid debe cumplir una misión en la Tierra encargada por los servicios de los Señores del Orden a los que sirve pero antes tendrá que volver al Infierno junto a Jerry para liberar a su viejo compañero. ¿Logrará Kid liberar a su compañero?¿Salvará al mundo?¿Descubrirá un secreto asombroso?¿Contará Jerry algún chiste gracioso? Léanse el tebeo y descúbranlo.
Morrison plantea conscientemente un tebeo rico en referencias de caótico desarrollo e incómodo de leer. Y no porque su revival carezca de mimbres interesantes ya que su Kid Eternity sigue la estela de obras de corte sobrenatural como “Hellblazer” con recurrentes referencias lovecraftianas, pictóricas (del cubismo al surrealismo) y dantescas a “La Divina Comedia”. Sin embargo, Morrison se despreocupa completamente de dar coherencia a la narración introduciendo únicamente los elementos mínimos para que el lector intente interpretar la historia que le quiere contar. El resultado final un batiburrillo –nihilista, dicen- lleno de buenas ideas -¿Les gustó “Promethea”? pues en esta obra encontrarán muchos de los elementos de los que se sirvió Moore- poco o nada desarrolladas.
Por otro lado, la elección de Duncan Fegredo no ayuda en lo más mínimo al guión. Fegredo al que ya hemos visto en obras como “Enigma”y “Shade, El Hombre Cambiante” de Milligan o “Hellboy” de Mignola, es un dibujante idóneo para reflejar mundos oníricos entre la conciencia y la duermevela con lo que consigue una ambientación barroca de los infiernos y sus habitantes bastante atractiva pero como narrador resulta muy confuso con lo que su impactante trabajo se reduce a una concatenación de dibujos espectaculares en la línea de dibujantes tan de moda por aquella época como Bill Sienkiewickz o Dave McKean.
En fin, “Kid Eternity” es una obra capaz de ofrecer más de un quebradero de cabeza a aquellos que busquen simplemente una lectura entretenida y que sólo recomendaría a los fans acerrimos de Morrison acostumbrados a desentrañar los puzzles que pueblan la mente del escocés. Si lo logran el resultado, puede merecer la pena.
Otras obras de Grant Morrison en El lector impaciente:
“Sebastián O”.
El “Kid Eternity” original fue un personaje de Quality Comics de los años cuarenta que fue adquirido por DC merced a su política de absorción de compañías en crisis para, tras unos cuantos intentos de recuperación, caer en el olvido. A principios de los noventa, el encargado de recuperar al personaje fue el amigo Morrison quién, con su inimitable estilo, aprovechó el origen del personaje –un huérfano muerto durante la II Guerra Mundial antes de tiempo que regresa al mundo como agente del bien con poderes mágicos cada vez que pronuncia la palabra Eternity. En la versión de Morrison, Kid utiliza a Jerry, un humorista moribundo, como medio para volver a la Tierra tras una prolongada estancia en el Infierno, siendo ambos perseguidos por una jauría de demonios. Con los demonios en los talones, Kid debe cumplir una misión en la Tierra encargada por los servicios de los Señores del Orden a los que sirve pero antes tendrá que volver al Infierno junto a Jerry para liberar a su viejo compañero. ¿Logrará Kid liberar a su compañero?¿Salvará al mundo?¿Descubrirá un secreto asombroso?¿Contará Jerry algún chiste gracioso? Léanse el tebeo y descúbranlo.
Morrison plantea conscientemente un tebeo rico en referencias de caótico desarrollo e incómodo de leer. Y no porque su revival carezca de mimbres interesantes ya que su Kid Eternity sigue la estela de obras de corte sobrenatural como “Hellblazer” con recurrentes referencias lovecraftianas, pictóricas (del cubismo al surrealismo) y dantescas a “La Divina Comedia”. Sin embargo, Morrison se despreocupa completamente de dar coherencia a la narración introduciendo únicamente los elementos mínimos para que el lector intente interpretar la historia que le quiere contar. El resultado final un batiburrillo –nihilista, dicen- lleno de buenas ideas -¿Les gustó “Promethea”? pues en esta obra encontrarán muchos de los elementos de los que se sirvió Moore- poco o nada desarrolladas.
Por otro lado, la elección de Duncan Fegredo no ayuda en lo más mínimo al guión. Fegredo al que ya hemos visto en obras como “Enigma”y “Shade, El Hombre Cambiante” de Milligan o “Hellboy” de Mignola, es un dibujante idóneo para reflejar mundos oníricos entre la conciencia y la duermevela con lo que consigue una ambientación barroca de los infiernos y sus habitantes bastante atractiva pero como narrador resulta muy confuso con lo que su impactante trabajo se reduce a una concatenación de dibujos espectaculares en la línea de dibujantes tan de moda por aquella época como Bill Sienkiewickz o Dave McKean.
En fin, “Kid Eternity” es una obra capaz de ofrecer más de un quebradero de cabeza a aquellos que busquen simplemente una lectura entretenida y que sólo recomendaría a los fans acerrimos de Morrison acostumbrados a desentrañar los puzzles que pueblan la mente del escocés. Si lo logran el resultado, puede merecer la pena.
Otras obras de Grant Morrison en El lector impaciente:
“Sebastián O”.