Planeta recupera en sus novedades “Sebastian O” de Grant Morrison, una de esas miniseries Vertigo que no se sabe muy bien por qué motivo se le fueron quedando en el tintero a Norma. Y, es extraño, porque Morrison cuenta con un grupo importante de fieles seguidores en nuestro país dispuestos a devorar sus obras, aunque en mi opinión, quitando cosas muy concretas (“Animal Man”, “Doom Patrol”) se trata de un autor enormemente sobrevalorado. Pero vamos con “Sebastian O”.
Sebastián O, un dandy asesino, decadente, vicioso y mortífero, se encuentra recluido en el manicomio de Bedlam por haber atentado con su escandaloso estilo de vida y sus obras decadentes subidas de tono a los pacatos y conservadores valores victorianos. Sin embargo, no hay cárcel ni manicomio a la altura de los talentos de Sebastian quién, tras su fuga y acosado por la policía y la tripleta de mortíferos asesinos conocidos como los rugientes, se dedica a visitar a sus antiguos socios de orgías y desenfreno para desentrañar cuál de ellos lo traicionó.
Morrison nos ofrece su particular versión del siglo XIX británico en un divertimento muy influido por el movimiento steampunk de principios de los noventa y una de sus obras fundamentales “Las puertas de Anubis” de Tim Powers, recreando una época victoriana alternativa en la que lo artificial está en el centro de todo y los ordenadores y los autómatas llevan siglos existiendo. El gran atractivo de la historia, cuyo punto de partida se inspira libremente en el proceso a Oscar Wilde, es el personaje protagonista, Sebastián O, un dandy amanerado, irónico e implacable del que Morrison escribe una fabulada biografía a modo de introducción del cómic, y cuyo carácter ilustra mediante mordaces frases que el protagonista pronuncia al estilo de las que han inmortalizado al autor de “De Profundis”. Tampoco hay que olvidar otras obras románticas, transgresoras de la moral de la época, en la caracterización de la obra y su protagonista como “El asesinato como una de las bellas artes”de Thomas de Quincey que también ha podido servir de inspiración al escocés Morrison quien, a pesar de su innegable habilidad para recrear ese mundo artificial (implícita y explícitamente omnipresente en toda la obra) e imaginado superior al real de una manera atractiva naufraga en el desarrollo de una trama, por otro lado, bastante tópica y sencilla, demasiado inconsistente y con más de una absurda situación que el escocés soluciona de aquella manera. En el aspecto gráfico, la labor del limitadísimo dibujante británico Steve Yeowell, amigo y colaborador habitual de Morrison desde los primeros trabajos del escocés en “2000 AD”, no ayuda a mejorar la valoración de la obra. Yeowell es un autor de trazo fino y rectilíneo que abusa de las perspectivas forzadas para disimular su escaso dominio de la figura humana que, no obstante, resulta evidente en lo hierático de sus secuencias de acción y la composición confusa de algunas de las viñetas.
En fin, “Sebastián O” es un cómic que, a pesar de atesorar algunas virtudes, deja la sensación de que un desidioso Morrison desperdicia una buena idea que con un poco más de dedicación podría haber dado mucho más de sí. Probablemente, no importe ya que si algo ha demostrado a lo largo de su carrera Morrison es precisamente que de ideas anda sobrado. Otra cosa es cómo las desarrolla…
Sebastián O, un dandy asesino, decadente, vicioso y mortífero, se encuentra recluido en el manicomio de Bedlam por haber atentado con su escandaloso estilo de vida y sus obras decadentes subidas de tono a los pacatos y conservadores valores victorianos. Sin embargo, no hay cárcel ni manicomio a la altura de los talentos de Sebastian quién, tras su fuga y acosado por la policía y la tripleta de mortíferos asesinos conocidos como los rugientes, se dedica a visitar a sus antiguos socios de orgías y desenfreno para desentrañar cuál de ellos lo traicionó.
Morrison nos ofrece su particular versión del siglo XIX británico en un divertimento muy influido por el movimiento steampunk de principios de los noventa y una de sus obras fundamentales “Las puertas de Anubis” de Tim Powers, recreando una época victoriana alternativa en la que lo artificial está en el centro de todo y los ordenadores y los autómatas llevan siglos existiendo. El gran atractivo de la historia, cuyo punto de partida se inspira libremente en el proceso a Oscar Wilde, es el personaje protagonista, Sebastián O, un dandy amanerado, irónico e implacable del que Morrison escribe una fabulada biografía a modo de introducción del cómic, y cuyo carácter ilustra mediante mordaces frases que el protagonista pronuncia al estilo de las que han inmortalizado al autor de “De Profundis”. Tampoco hay que olvidar otras obras románticas, transgresoras de la moral de la época, en la caracterización de la obra y su protagonista como “El asesinato como una de las bellas artes”de Thomas de Quincey que también ha podido servir de inspiración al escocés Morrison quien, a pesar de su innegable habilidad para recrear ese mundo artificial (implícita y explícitamente omnipresente en toda la obra) e imaginado superior al real de una manera atractiva naufraga en el desarrollo de una trama, por otro lado, bastante tópica y sencilla, demasiado inconsistente y con más de una absurda situación que el escocés soluciona de aquella manera. En el aspecto gráfico, la labor del limitadísimo dibujante británico Steve Yeowell, amigo y colaborador habitual de Morrison desde los primeros trabajos del escocés en “2000 AD”, no ayuda a mejorar la valoración de la obra. Yeowell es un autor de trazo fino y rectilíneo que abusa de las perspectivas forzadas para disimular su escaso dominio de la figura humana que, no obstante, resulta evidente en lo hierático de sus secuencias de acción y la composición confusa de algunas de las viñetas.
En fin, “Sebastián O” es un cómic que, a pesar de atesorar algunas virtudes, deja la sensación de que un desidioso Morrison desperdicia una buena idea que con un poco más de dedicación podría haber dado mucho más de sí. Probablemente, no importe ya que si algo ha demostrado a lo largo de su carrera Morrison es precisamente que de ideas anda sobrado. Otra cosa es cómo las desarrolla…
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