martes, 12 de julio de 2011

Segundo trailer de “Tintin”, de Steven Spielberg.

Habrá que ver la película. Se me hace raro ver a Tintin tan movido…No sé, no sé.

De momento, me quedo con la adaptación animada.

“Mattéo. Segunda época: 1917-1918”, de Jean-Pierre Gibrat.

Si ya cuando se publicó la primera parte de “Mattéo” me gustó especialmente no solo por la calidad gráfica de su autor, Jean-Pierre Gibrat, sino sobre todo por su voluntad de evolucionar –entendiendo como tal el ahondamiento en su oficio en la doble faceta de guionista y dibujante, sin necesidad de perder por ello su personalidad en pos a tratamientos más comerciales- respecto a anteriores obras, esa sensación ha aumentado con esta segunda entrega que recientemente ha publicado Norma Editorial en la que se percibe a un autor más entregado y ambicioso si cabe.

Mattéo, un anarquista francés que tras desertar del ejército en plena I GM, regresa al pueblo de su infancia a pesar del riesgo de ser detenido. Tras un breve e intenso encuentro con su amada Juliette, el idealista Mattéo parte junto a su amigo Gervasio hacia Rusia para formar de la Revolución que acaba de estallar. En la convulsa Petrogrado, donde las intrigas y luchas por el poder entre las distintas facciones son continuas, Mattèo vivirá nuevas aventuras que le harán madurar, aun cuando el recuerdo de Juliette se mantendrá constante y ni siquiera su relación con una bella bolchevique, Léa, logrará mitigarlo.

En esta segunda entrega, Gibrat da lo mejor de sí en la doble faceta de guionista y dibujante dotando de mayor profundidad a la obra y ampliando la acción del ámbito localista en el que se desarrollaba la primera entrega hasta el convulso Petrogrado de 1917 para reflejar las primeras etapas de la Revolución Rusa a través de los ojos de su protagonista. Gibrat va ganando confianza como guionista tanto en la caracterización como en la plasmación de la evolución psicológica de los personajes – especialmente un Mattéo cada vez más desengañado en todos los aspectos- así como en la exposición de unas tramas en las que aprovecha el atractivo del contexto histórico elegido para situar a sus personajes imaginados interactuando con los reales.

A pesar de ese buen hacer de Gibrat en el desarrollo de la historia ganando en claridad expositiva y variedad de recursos narrativos respecto a otros trabajos, no se puede decir que este álbum al igual que resulta con la primera entrega destaque por la originalidad de su propuesta. Gibrat vuelve a ampararse en tópicos y situaciones comunes descritas hasta la extenuación en libros y películas que se han acercado a la época descrita y hacen del álbum en ese aspecto resulte en exceso previsible para el lector. Sin embargo, lo que salva y hace que la obra destaque es el talento gráfico del autor que en esta ocasión da lo mejor de sí en cada una de las viñetas insistiendo con la técnica de acuarela que ya utilizase en el primer álbum con espectaculares resultados.

Gibrat se muestra como un exquisito paisajista, que describe con minuciosidad y el encanto característico que hace tan identificable su estilo, los distintos ambientes urbanos y rurales en que se desarrolla la trama, convirtiendo cada una de sus viñetas en un pequeño cuadro en el que demorar la vista. Esa obsesión por el detalle es aplicable a su retrato de los personajes, especialmente los masculinos que aparecen perfectamente caracterizados con una amplia variedad de expresiones, mientras que respecto a los femeninos especialmente sus bellas jovencitas repite los mismos atributos físicos -y que parece que le obsesionan- que las hacen tan identificables.

En definitiva, este segundo álbum de “Mattéo” es una buena muestra de tebeo comercial bien entendido en el que autor se vale de una de esas tramas que siempre funcionan para sacar el máximo partido de su talento artístico con excelentes resultados y dejando con ganas de más. Veremos como resuelve la situación tras el giro que da a la historia a la conclusión de esta entrega.