miércoles, 28 de abril de 2010

Manu Larcenet, la mirada clara....y la cabeza, también.

P: ¿Cree que vivimos una época dorada de los tebeos, que están alcanzando espacios que antes les estaban vetados?

R. Los tebeos han cambiado mucho desde los años noventa: la editorial L'Asociation, autores como David B, una serie de creadores que han hecho explotar todo lo que se hacía en el cómic. Al mismo tiempo hay otros creadores que hacían tebeos de adultos, pero era muy marginal. De repente, todo el mundo se puso a hacer tebeos de autor, aunque no me guste la expresión. Resultado: ahora mismo hay tantos cómics en una librería que ya no sabemos qué elegir, pero si escogemos diez tebeos, nueve serán de diversión, buenos o malos, y uno será otra cosa, y esa es la que me gusta. Es verdad que es una edad dorada, porque podemos hacer lo que nos guste. Pero a la vez hay demasiados libros, tal vez sea la culpa de los editores que no separan el trigo de la paja. Pero creo que nos estamos matando a nosotros mismos, salvo que tengan tu nombre en la cabeza no van a escarbar, cogerán lo que hay arriba, que muchas veces es lo peor y desde luego no es el cómic más moderno. Se ha convertido en un gran negocio, es una forma de ganar mucho dinero. Si los lectores no tienen tu nombre en la cabeza, estás jodido.

P. ¿Por qué cree usted que los tebeos sociales o el tebeo periodístico tienen cada vez más importancia?

R. Joe Sacco y yo no practicamos el mismo oficio, sería casi insultarle. Él hace un trabajo mucho más radical, a mí me gusta contar historias, soy más narrador, me encuentro muy atado a la novela. Lo que me parece extraordinario es que un medio como los tebeos, destinados a entretener a los niños hace 20 años, se haya convertido en un medio periodístico. Aunque no puedo evitar preguntarme si no son más directos un texto o una imagen.

P. Pero en un mundo lleno de imágenes tal vez los tebeos ofrecen una visión diferente de la realidad.

R. Es posible, pero tengo mis reservas. Ahora hay muchos autores que quieren hacer esto, pero olvidan que para hacer este cómic comprometido, periodístico, hay que tener mucha calidad, interesarse por el dibujo, que es algo chamánico. Es un descubrimiento, es sumergirse en uno mismo, es una experiencia casi corporal para hacer surgir algo que va a hablar al otro. Pero muchas veces, en el periodismo dibujado, se hace pasar el discurso antes del dibujo y, desde mi punto de vista, no hay que hacer nunca eso. El ritmo, el color, la narración, todo eso debe estar equilibrado y muchas veces los que quieren hacer tebeos comprometidos se olvidan del lado artístico, se centran sobre la radicalidad de lo que tienen que decir. Necesito dejarme atrapar por el amor del dibujo y ya sea Sempé o Crumb. Al ver una plancha necesito sentir cuál es la obsesión del tipo que la ha hecho. David (B), en Epiléptico, es alucinante, mezcla un amor enorme por el dibujo con la capacidad para contar su vida, el dolor que siente con su hermano.

(De una interesante entrevista publicada en El País hace unos días y que podéis leer completa aquí).

“Iron man: El demonio en una botella”, de David Michelinie, John Romita Jr. y Bob Layton.

Entre la vorágine de tebeos relacionados con el Hombre de Hierro que Panini ha publicado este último mes para aprovechar el tirón de la nueva película, sobresale esta saga ya clásica recogida en un apañado volumen que a mí, personalmente, me reconcilió con un personaje que siempre me ha caído bastante gordo y que marca un punto de inflexión en su evolución posterior.

A finales de los setenta, cuando Jim Shooter se convierte en el nuevo editor en jefe de Marvel, impulsa un giro temático en las historias de los personajes de la Casa de las Ideas que supone probablemente uno de los períodos más fecundos del Universo Marvel tras el “boom” inicial protagonizado por los Lee, Kirby, Thomas y demás. Shooter busca reavivar el interés de los aficionados y por ende aumentar las ventas ofreciendo una visión de los superhéroes más terrenal, centrada más en los problemas de sus alter egos que en los enfrentamientos con el villano de turno, en la línea exitosa que Gerry Conway había desarrollado en “The amazing Spiderman” o Steve Englehart en “Capitán América”. En consecuencia con esa política, Shooter dio un golpe de timón en “The invencible Iron Man”, una serie que languidecía a pesar de la buena labor realizada por Bill Mantlo, incorporando a la misma a un equipo creativo completamente nuevo compuesto por David Michelinie, un recién llegado a la compañía que no conocía demasiado al personaje y John Romita Jr, el hijo del mítico John Romita ansioso por hacerse un nombre propio, junto a Bob Layton, un profundo conocedor del personaje que ayudaría a Michelinie en los guiones y entintaría los lápices Romita Jr, dejándoles las manos libres para desarrollar sus ideas… Y el resto ya es historia recogida en este tebeo.

En este volumen se pone de manifiesto el abismo que se ha abierto en la narrativa del cómic de superhéroes y tanto recelo provoca en el aficionado veterano. Y es que los hechos que se desarrollan en los dos últimos números de la saga -127 y 128- darían para varios años de tebeos en las cabeceras actuales del personaje... Michelinie y Layton no ahorran esfuerzos para proponer historias plagadas de acción en la línea de moda esos días que imitaba la estética de las películas de 007. Historias en las que Iron Man se enfrenta a personajes de la talla de Namor (con el que había compartido hasta poco tiempo antes cabecera) o a ejércitos de villanos de segunda a sueldo comandados por la astuta figura de un Justin Hammer llamado a convertirse desde esta primera aparición en la auténtica némesis de Iron Man. Pero es que, además, y, gracias al gran talento narrativo de un John Romita Jr. motivado, se van presentando personajes importantísimos en la historia posterior de Iron Man como Rhodey, Beth Cabe o el mismo Hammer, al tiempo que se van desarrollando subtramas centradas en el hombre bajo la armadura alejadas del carácter conservador y panfletario que había tenido hasta poco tiempo antes la serie en las que se va percibiendo el deterioro progresivo de Tony Stark y culminan en el multipremiado número 128 en el que finalmente Tony reconoce su problema con el alcohol y le pone remedio apoyado en sus amigos en una historia emotiva y ejemplarizante en la que no se abusa del efectismo melodramático.

El demonio en una botella” es una saga que ha soportado bastante bien el paso del tiempo y aguanta perfectamente su relectura en la actualidad, no sólo por lo cercano de la temática planteada sino por la impresionante labor gráfica de un John Romita Jr. inspirado capaz de encontrar constantemente soluciones gráficas impactantes que ilustran la decadencia de Tony Stark al tiempo que desarrolla la imagen definitiva del personaje mostrando un Iron Man más elegante, ligero y ágil de cómo había aparecido hasta entonces.

En definitiva, “El demonio en una botella” es un tebeo imprescindible para entender la evolución posterior de los superhéroes marvel siendo referente imprescindible en obras tan emblemática como “Daredevil: Born Again” en la que Frank Miller desarrollaría, pocos años después, muchas de las premisas planteadas por Michelinie y Layton en toda su crudeza en la serie del Cabeza de Lata. Nuff Said.