martes, 16 de octubre de 2012

“Lobezno: Origen”, de Paul Jenkins y Andy Kubert.


He vuelto a leer en la edición del coleccionable “Marvel Héroes” de Panini –hay unas cuantas disponibles tanto de Panini como de Planeta- esta serie limitada de seis números que en su momento tuvo una gran repercusión porque se vendió como el origen de uno de los personajes más carismáticos  del panteón  Marvel, Lobezno. Lo cierto, es que me ha gustado tan poco como la primera vez, ya que se trata de una historia que traiciona completamente la idiosincrasia de un personaje que precisamente en el  misterio sobre su origen tenía uno de sus principales atractivos.
En la Alberta canadiense del siglo XIX, Rose es una jovencita pizpireta que llega como dama de compañía a la imponente Mansión Howlett para cuidar del futuro heredero, el enfermizo James. James y Rose harán amistad con Perro (¿?), el hijo del jardinero de la finca, y se convertirán en compañeros de juegos inseparables. Sin embargo, las pasiones soterradas rodean la Mansión donde el enfrentamiento entre el padre de James, John, y y su abuelo, el tiránico patriarca de la familia son constantes, mientras la desquiciada madre del muchacho se mantiene al margen llorando la muerte del hijo mayor mientras el envidioso padre de Perro larva su rencor reconcentrado contra los Howlett. En una noche de tormenta, todas esas tensiones finalmente estallarán en una serie de asesinatos y el nacimiento de…Lobezno.

“Lobezno: Origen” podría pasar como  historia alternativa del tipo “Elseworlds” de DC o “1602” de Marvel pero establecer esta historia como origen canónico de un personaje como Lobezno es difícilmente entendible para todos los que disfrutamos con el personaje mientras se mantuvo bajo el control exclusivo de Claremont, el guionista que lo encumbró y mejor lo ha entendido. Tras la perdida de influencia de este, el personaje se convirtió en un títere en manos de los editores –y los productores- que lo sortearon entre distintos equipos creativos con mayor o menor fortuna. Solo gracias a su poder de curación –y su gran potencial- se explica que haya sobrevivido a tantos desaguisados, siendo quizás el mayor de todos el perpetrado por Paul Jenkins y Andy Kubert.

Paul Jenkins es un buen guionista pero acometer una empresa de la magnitud que suponía contar el origen de este personaje le venía grande a él y probablemente a cualquiera. Más allá de ese atenuante, Jenkins se equivoca en el planteamiento y demuestra poco conocimiento del personaje al literaturizarlo en una absurda trama tributaria de las hermanas Brontë o Henry James, cuyos universos de ficción, aunque muy recomendables por sí mismos, poco tienen que ver con el de Logan. Jenkins falla en el desafío de hacer creíble y coherente la historia con lo que conocíamos previamente del personaje con una historia tan ajena a la personalidad de Lobezno, convirtiéndose en un episodio anecdótico, inconexo y de difícil explicación y que no mejora por mucho que se cite a Blake.

 
En el aspecto gráfico, Andy Kubert no realiza un mal trabajo gustándose en el desarrollo de los personajes y la ambientación potenciadas sus habilidades  además por el tratamiento del color digital de Richard Isanove, pero deja una vez más patente sus lagunas para la narración con un desarrollo abrupto y, en ocasiones, desconcertante de la historia, siendo lo mejor las espectaculares portadas de la serie. “Lobezno: Origen” es un tebeo que equivoca el planteamiento y el protagonista que perdido su carisma es difícilmente reconocible.

Mucho mejor la historia que completa el volumen del “Extra Superhéroes” con la primera aparición setentera de Lobezno por Len Wein y Herb Trimple aun cuando no hayan tenido el detalle –o el espacio- de incorporar la historia completa de “La Masa” que los talluditos disfrutamos en los horribles “Pockets de Ases” de Bruguera. No se puede tener todo.

Más sobre el origen de Lobezno, aquí.