

Estas historias, leídas un cuarto de siglo después de su primera publicación seriada en la revista “Rambla”, sorprenden por no haber perdido ni un ápice der su frescura y originalidad tras tantos años, gracias a la fecunda imaginación y el enorme talento narrativo de Joseph Maria Bèa, quien, probablemente sea el mejor dotado de toda una generación de autores españoles que no ha tenido hasta ahora el reconocimiento que se merecen. En esta serie de seis historias, Bèa utilizando como elemento introductorio la famosa esfera cúbica rescatada del delta del río Ebro, da su iconoclasta y humorística versión de la ciencia ficción, a través de unas historias de entre seis y ocho páginas de duración en las que inventa una imaginería completamente coherente, original y sugerente sólo equiparable a la que se puede encontrar en la obra de otro grande del cómic de ciencia ficción, Wally Wood, a la par que incorpora un humor castizo (a pesar de su origen catalán), localista y personal de largo recorrido que entronca con la Escuela Bruguera y llega hasta autores y obras actuales, como Santiago Valenzuela y su “Capitán Torrezno”.

Bèa en estas historias inventa mundos deslumbrantes y situaciones tragicómicas con pasmosa facilidad e incluso suficiencia, demostrando no sólo su habilidad para el dibujo y la narrativa gráfica sino también su conocimiento de un género que transgrede y con el que se divierte y, lo que es más importante, nos divierte.

En fin, un tebeo excelente que no puedo dejar de recomendarles y espero vea su continuación con la recuperación de más obras de este autor completo. La edición de Glénat, a pesar de estar muy cuidada me parece excesivamente cara para un álbum de cuarenta y ocho páginas, aun cuando se obsequie el CD de Bèa y Puertas y hubiera sido preferible, quizás, ajustar algo más el precio para que la obra de este grande del cómic llegue a nuevos lectores. En cuanto a la música electrónica que acompaña al álbum compuesta por el autor, sin ser un experto ni un estilo que me atraiga demasiado, resulta pegadiza.
Bèa es un clásico. No se lo pierdan.