martes, 12 de junio de 2012

“The Umbrella Academy: Dallas”, de Gerard Way y Gabriel Bá.


Escribí hace un tiempo de las bondades y defectos de la primera aventura de “The Umbrella Academy”, que viene publicando  Norma Editorial, “Suite Apocalíptica”, una obra fresca dentro del género superheroico aunque el alma mater del proyecto, el polifacético Gerard Way, no dejase de mostrar en una excesiva veneración por sus modelos, Morrison y Claremont, a los que como un discípulo aplicado no dejaba de evocar. No ha sido hasta “Dallas”, el segundo arco de la obra, que Way se ha despendolado definitivamente para, en una propuesta tan divertida como provocadora, revisar y subvertir desde el cariño y el conocimiento las fórmulas del género superheroico saliendo airoso del desafío.


Tras los acontecimientos acaecidos en la anterior entrega, los deprimidos miembros supervivientes del grupo intentan seguir con sus vidas. Sin embargo, el niño eterno que es número cinco oculta un misterio en su pasado (¿futuro?) que le hará enfrentarse a una sociedad de viajeros temporales cuya misión es acabar con las anomalías en el flujo tiempo. Número 5 con la ayuda de sus compañeros se enfrentará a ellos y a sí mismo en un intento desesperado por evitar la muerte del presidente Kennedy y descubrir quién fue su sorprendente asesino.



Way baila como un diestro funambulista en el delgado filo que separa la genialidad del absurdo en una propuesta tan alocada como confusa, en ocasiones, y brillante, en otras, basada en constantes elipsis, flashbacks y paradojas temporales que se superponen hacia una conclusión tan esperpéntica como inteligente. Aligerado de las inevitables rémoras que supone la presentación de los personajes y las reglas del juego en la primera entrega, el guionista disfruta de total libertad para dar rienda suelta a su imaginación y pasárselo pipa haciéndose trampas a sí mismo y a los demás, demostrando un conocimiento y manejo de las posibilidades y convenciones del medio superheroico para reinventarse del que deberían tomar nota otros autores supuestamente más experimentados.

Sin duda, los logros de Way no serían posibles y el resultado no sería el mismo sin el estupendo trabajo gráfico del versátil brasileño Gabriel Bá bien secundado por el colorista Dave Stewart. Bá parece pasárselo pipa dibujando y ordenando el totum revolotum de referencias que le propone Way aportando una renovada puesta en escena uniforme y coherente al tiempo que logra manteniendo al lector interesado por descubrir que nueva sorpresa visual le esperará a cada nueva vuelta de página.

Era difícil mantener el listón tras “Dallas” y, de hecho, los autores inmersos en nuevos proyectos no han sacado nuevo material protagonizado por los chicos del paraguas desde hace un par de años. Casi mejor, si las futuras entregas no van a estar a la altura de esta singular y divertida propuesta que se acabe aquí la cosa.  Ya sabéis, eso de morir joven y dejar un bonito cadáver, y esas cosas.