
O’Malley nos cuenta en este cómic las peripecias de Scott Pilgrim, un joven veinteañero sin oficio ni beneficio cuya máxima aspiración es ensayar con su grupo musical mientras intentan hacerse un nombre en el panorama musical. Sin embargo, cuando Scott conoce en una fiesta a Ramona Flowers se enamorará perdidamente y conquistarla se convierte en la razón de su vida, tarea esta siempre complicada la de conquistar a una chica pero que se lía mucho más cuando el bueno de Scott debe vencer (literal) y convencer a los siete novios malvados anteriores de la susodicha.

Vaya por delante que “Scott Pilgrim” es ante todo un tebeo inclasificable, rico en lecturas y que encuentra en el humor y originalidad sus principales cualidades pero que puede dejar perplejo al lector no avisado. Huyendo de cualquier convencionalismo, el autor, el canadiense Bryan Lee O’Malley, se fundamenta en la estética manga para construir un slice of life con aspiraciones de retrato generacional centrado en lo anecdótico y que oscila constantemente y sin transición entre el realismo y la fantasía sin más criterio que el capricho de su autor en una apuesta que puede enervar a más de uno pero que el autor compensa con un agudo sentido del humor que invita a no tomar la obra demasiado en serio más allá de su condición de entretenimiento. Y es probablemente, el humor, alejándonos de las reflexiones más serias, lo que salve esta serie y la convierta en un tebeo destacable. O’Malley a través de un dibujo en exceso simplista y naif caracteriza con habilidad la galería de personajes con los que el protagonista se relaciona otorgando su espacio a cada uno de ellos en una historia a medio camino entre las películas “teen” de Molly Ringwald, los musicales de Bolliwood y un episodio de “Power Rangers”. O’Malley muestra su habilidad como narrador mostrando una apabullante riqueza de recursos en un cómic ligero que se lee en un suspiro y que deja con ganas de más, aun sabiendo que la historia no vaya a ninguna parte.

En definitiva, “Scott Pilgrim” es un cómic entretenido para pasar el rato del que yo no esperaría ni demandaría nada más. Tampoco es poco.