viernes, 11 de diciembre de 2009

“La educación de Hopey Glass”, de Jaime Hernández.

Si en los primeros tiempos de “Love&Rockets” parecía que el bueno de la familia iba a ser Beto, en los últimos años el que está demostrando una mayor evolución y convierte cada nueva entrega de sus obras en una delicia es Jaime quien, con la penúltima entrega, “La educación de Hopey Glass”, publicada hace algún tiempo por La Cúpula en una cuidada edición, firma las mejores historias de su alocado universo.

La educación de Hopey Glass” se puede dividir en dos historias largas protagonizadas por dos de los secundarios principales de la serie, Hopey y Ray, aunque se incluya alguna más, a modo de entremeses, en la que Jaime caracteriza a Ángel, la compañera de piso de Maggie siendo el tema que da coherencia al tomo la conciencia de la madurez, entendida como asunción de las consecuencias de nuestros actos, una reflexión aguda que Jaime realiza a través de las reacciones contrapuestas de sus protagonistas. Así, Hopey y Ray se nos presentan cambiados respecto a los personajes que conocimos en anteriores entregas de “Locas” afrontando la vida de una manera diferente y contrapuesta precisamente al inagotable entusiasmo juvenil de la nueva compañera de Maggie, Angel. En la primera de las historias, “Día a día con Hopey” asistimos a una semana en la vida de la protagonista, y comprobamos como afronta los cambios provocados por su nuevo empleo como ayudante de profesora de primaria. Mientras en las historias protagonizadas por Ray observamos su turbulenta relación con Viv mientras no puede quitarse de la cabeza a Maggie, su gran amor, buscando cualquier oportunidad para retomar su relación ya sea en una convención friqui o en una fiesta equivocada. ¿Lo conseguirá? Tendrán que leerse el tebeo para enterarse.

Antes que nada, una advertencia. Si no han leído nada anterior de Jaime Hernández es mejor que no empiecen por este tomo. La obra de JH es una “novela-río” en la que desarrolla las vidas de una serie de personajes de humanidad desbordante que evolucionan casi a la par que su autor, por lo que si se inicia la lectura de la obra sin un conocimiento previo de lo anterior se perderán buena parte de la historia. Dicho esto, “La educación de Hopey Glass” es, probablemente, la obra de madurez de Jaime Hernández, una obra de apariencia sencilla pero enormemente compleja, en la que el autor nos reencuentra con unos personajes vitales y llenos de flaquezas que escapan a cualquier estereotipo clásico, personajes que, en el universo construido por el autor se encuentran y desencuentran mutan, radical o sutilmente, para mantener atrapado al lector que se convierte en un voyeur de una intimidad que el autor y los protagonistas muestran sin ningún pudor.

Manteniendo en todo momento, una exigente composición de seis u ocho viñetas por página, JH opta por distintas vías a la hora de mostrar los cambios en sus personajes. Si en la historia protagonizada por Hopey no encontramos cuadros de apoyo y opta por un plano medio desde el que seguir las peripecias de la protagonista, en aquellas que Ray es el protagonista convierte a este en el narrador único de la historia construyendo el discurso introspectivo del personaje dentro de una trama más compleja argumentalmente en la que se incorporan subtramas de género negro. Dos vías distintas de las que se vale además el autor para reforzar la caracterización de la personalidad de los personajes, a la indómita Hopey frente al reflexivo Ray. En el aspecto gráfico, Jaime ha evolucionado enormemente dando un mayor contraste y peso a sus volúmenes y sombras sin que por ello la narración no pierda fluidez y sus personajes expresividad a pesar de mantenerse fiel a su característica economía de trazo que le permite dotar como pocos de significado los silencios de los personajes.

En definitiva, “La educación de Hopey Glass” es un magnífico tebeo que deja con ganas de seguir disfrutando de las peripecias futuras que la vida (JH) depara a los estupendos personajes pergeñados por un autor inspirado. Impaciente espero nuevas entregas.