

Len Wein realizó un excelente debút en la serie con un grupo de entretenidas aventuras supeheroicas en la que mezclaba su conocimiento de las señas de la identidad del personaje desarrolladas anteriormente por Kirby y Lee con su afición a la Ciencia Ficción e interés por la realidad contemporánea logrando que no chirriasen para el lector conceptos tan dispares como los dioses nórdicos made in Marvel, los viajes en el tiempo y los alienígenas, intervenciones en imaginarias repúblicas bananeras o viajes a Asgard para acabar con conspiraciones para hacerse con el Trono Dorado que se desarrollan sin dar respiro para el lector, manteniendo el carácter marcadamente superheróico de la serie. Historias sencillas y bien desarrolladas a pesar de su tono grandilocuente por las que ha pasado el tiempo razonablemente bien.

En el aspecto gráfico, el tomo es una buena oportunidad para disfrutar del arte del hombre milagro de la Casa de las Ideas, un John Buscema que en estos números se muestra más kirbiano (palabro) que nunca, asumiendo el desmesurado colosalismo barroco establecido por The King en su serie más personal para Marvel, pero matizado con su sobresaliente y dinámico tratamiento de la anatomía humana y fluida narrativa con lo que los tebeos con un coloreado bastante más respetuoso que el perpetrado en la reciente “Relatos de Asgard” se vuelve una delicia para el aficionado. Buscema en estos números cuenta con dos entintadores históricos, Joe Sinnott y Tony de Zuñiga, bastante diferentes entre sí en su tratamiento de los lápices de Big John –mucho más respetuoso Sinnott respecto a un de Zuñiga que se toma más libertades- pero logrando ambos espectaculares resultados.

Los números recogidos en “¡Si Asgard pereciera…!” son estupendos tebeos de superhéroes pensados por y para entretener que pasado los años y las décadas siguen cumpliendo sobradamente su objetivo. No es poca cosa.