miércoles, 23 de mayo de 2007

Al abordaje



Lleva desde hace un par de días apareciendo en los diferentes medios de comunicación la noticia del descubrimiento por parte de una empresa norteamericana, Odissey, del mayor tesoro marino recuperado hasta la fecha. Una bagatela de 17 toneladas de oro y plata valorada a ojo de expertos en unos 370 millones de euros. Esto, sin dejar curioso, pues tampoco tendría más allá si no fuese porque los cazatesoros se apresuraron a empaquetar todo el botín en un avión rumbo a su tierra con alevosía y nocturnidad, sospechoso comportamiento que llamó la atención de nuestras autoridades que procedieron a solicitar los permisos correspondientes y el emplazamiento del pecio esquilmado pues imaginan que los descubridores han aprovechado un permiso para realizar una serie de prospecciones científicas bajo supervisión para arramblar con un tesoro que podría encontrarse en nuestras aguas territoriales, lo cuál puede ser más que probable teniendo en cuenta que durante siglos en la ruta de las Indias se hundían casi tantos barcos con llegaban a buen puerto.
A mí lo que me llama la atención de toda esta historia, que imagino acabará amarilleando entre los legajos de alguna corte de Derecho Internacional, es la existencia de corsarios contemporáneos. Sí, corsarios no tan alejados a Drake o Hawkins que en lugar de alfanjes y cartas de navegación usan los más modernos equipos de exploración para sondear las profundidades y, aprovechado una política de hechos consumados, puedan arrasar con nuestro patrimonio arqueológico en aras a su ambición personal. Teniendo en cuenta que somos el país en cuyas costas y aguas territoriales se encuentran más pecios y de los cuáles se dispone mayor información sobre sus rutas y mercancías gracias al minucioso Archivo General de Indias y otras fuentes similares no sería mala cosa que la legislación al respecto se endureciera para evitar que cualquier pillo anglosajón tome del mar lo que algún antepasado o las tormentas hundieron unos siglos atrás. Esos barcos deberían explorarse únicamente para que sus secretos descansen en las vitrinas de los museos y no en las cuentas corrientes de algunos.
En definitiva, esperemos que se aclare el asunto y se tomen medidas para que la exploración de los fondos marinos se realice en el futuro en base a criterios exclusivamente científicos y no crematísticos porque mucho me temo que este tesoro ya nos lo han expoliado.