jueves, 4 de diciembre de 2008

“Biomega 1” de Tsutomu Nihei


Dentro de las últimas generaciones de autores manga que nos han llegado a España pocos, sólo Urosawa con "Monster", han tenido un impacto mayor que Tsutomu Nihei con su “Blame!”, un manga ambientado en un futuro distópico que hizo las delicias de todos aquellos aficionados al cyberpunk más siniestro. Ahora a través de Ediciones Panini nos llega su nueva obra, “Biomega”, de la que se llevan publicados apenas cinco volúmenes en Japón y que todo apunta es una precuela de “Blame!”.

En este primer volumen, Nihei sitúa la acción en el siglo XXXI, en un mundo dominado por grandes corporaciones. Tras varios siglos, los hombres reanudan los viajes espaciales a Marte donde encuentran los restos de una antigua colonia humana abandonada. Allí, sin protección de ningún tipo encuentran, a una joven superviviente. De regreso a la Tierra, la nave tiene un accidente y queda atrapada en la órbita terrestre soltando esporas sobre el planeta de un extraño virus, el NSS, que provoca enormes malformaciones y convierte a los afectados en una especie de zombis. Un humano artificial, Zoichi Kanoe, agente de Industrias Pesadas Toa, llega a la isla 9JO asolada por los drones, afectados por el virus, para encontrar humanos que se hayan adaptado al virus para protegerlos. En la isla, Kanoe encuentra pronto a una adaptada protegida por…¡un oso parlante! pero también a los siniestros miembros del Servicio de Sanidad Pública quiénes tienes sus propios planes respecto a los adaptados.

Interesante arranque de la nueva serie de Nihei, un autor que haría conciso a Bendis si fuera posible la comparación, pero que, gracias a su exquisito dibujo y una cuidada narración, mantiene el interés en este primer tomo que se lee en un suspiro (diez estaciones de metro, exactamente). Nihei maneja diversas influencias bastante evidentes que van desde mangakas clásicos como Otomo y su incomensurable “Akira” omnipresente prácticamente desde el principio, o Junji Ito con su desasosegante y sobrevalorado “Uzumaki” hasta el cyberpunk más cinematográfico de la trilogía “Matrix” en una narración que recuerda más el desarrollo de un videojuego que a una historia con un contenido mayor que la mera sucesión de explosiones y enfrentamientos contra atractivos monstruos deformes. Sin embargo, a pesar de la escasa originalidad de las premisas de las que arranca Nihei, hay que reconocer que el autor demuestra una gran técnica de dibujo y un estilo muy definido, alejado de la uniformidad de la que se acusa (en algunas ocasiones, con razón, otras, desde la ignorancia) al cómic japonés. Nihei se maneja como nadie a la hora de localizar sus cómics en ambientes sombríos y claustrofóbicos e incorporar imponentes estructuras y edificios futuristas merced a su imaginación y conocimientos de arquitectura que cautivan al lector más allá de la historia. Sus personajes son estilizados y elegantes y el autor ha ido mejorando su dominio de la narración gráfica para que ocupen un lugar importante en la historia más allá de ser meros elementos decorativos como ocurre en alguna otra de sus obras. Ese dominio del elemento gráfico permite a Nihei prescindir de cuadros de texto explicativos e incluso de diálogos entre los personajes durante capítulos enteros en los que da rienda suelta a su virtuosismo en el dibujo.

En definitiva, creo que picaré con el segundo tomo de “Biomega” con muchas reservas, aunque si ustedes leyeron “Blame!” y les gustó seguro que les encantará. Sin embargo, espero que el autor ofrezca algo más que un excelente dibujo en la nueva entrega e incorpore a la historia, hasta el momento bastante predecible, algunas sorpresas y giros arguméntales que aumenten el placer de su lectura. Si lo logra, “Biomega” puede marcar una época. Si no, se quedará en un manga del montón muy bien dibujado. Ya veremos.