jueves, 28 de febrero de 2008

“Freddy Lombard 2” de Yves Chaland



La temprana muerte de Yves Chaland en 1990 nos dejó sin uno de los artistas de COMIC llamados a renovar este arte en la vieja Europa. Adonde podría haber llegado este portento de la línea clara nunca lo sabremos pero uno puede hacerse una idea leyendo cualquiera de los dos tomos en los que la editorial Glénat ha recopilado las aventuras de su personaje más emblemático, Freddy Lombard.
En este segundo volumen, se recogen los dos últimos álbumes que realizase sobre el personaje Chaland, “Vacaciones en Budapest” y “F-52”, de los cuáles al menos el último se encontraba todavía incomprensiblemente inédito en España. ¿Qué puedo decir de Chaland tras la lectura de todos los álbumes? Que es un autor magnífico y cada nuevo álbum es mejor que el anterior y estos dos en particular, junto a “El Cometa de Cartago”, publicado en el anterior volumen que ya comenté por aquí, son extraordinarios.
En “Vacaciones en Budapest”, Chaland traslada al trío protagonista al azaroso Budapest de la fallida revolución de 1957 desde una zona de recreo del Veneto, tras los pasos de Laszlo, el joven púpilo húngaro de Dina, quién, imbuido de romántico patriotismo adolescente, se escapa para apoyar la Revolución, Charlie y Sweep, le acompañarán a través de la antigua Yugoslavia hasta Hungría con el único interés de correrse unas vacaciones a costa de la acomodada familia del chaval. Sin embargo, una vez en Budapest, y aleccionados por Dina, vivirán múltiples peripecias para intentar salva a Laszlo, que ha caído prisionero de las tropas soviéticas de ocupación y va a ser deportado.
En “F-52”, Charlie, Sweep y Dina, los tres buscavidas protagonistas se enrolan como miembros de la tripulación del flamante F-52, un enorme avión transcontinental de propulsión atómica que va a realizar la ruta París-Melbourne. Durante el vuelo, una niña de clase turista es raptada y sustituida por otra de clase bussiness por unos acaudalados señorones sin que nadie crea a la desesperada madre salvo nuestros amigos que salvando el acoso del jefe de personal que quiere ligar con Dina desesperadamente, intentarán deshacer el entuerto. Mientras tanto, la tripulación intenta atrapar a un espía soviético que se ha hecho con un importante secreto militar.
La única comparación posible que se me ocurre con las propuestas de Chaland en cómic, son las del mejor Orson Welles de películas como “Ciudadano Kane” o “F for fake” para el cine.
Apoyado en los guiones por Yann Lepennmentier, Chaland juega a subvertir y divertir, incomodando al lector con constantes trucos y bromas en unas historias caleidoscópicas en las que las dobles y triples interpretaciones enriquecen unas tramas, aparentemente banales, en las que el autor ironiza y juega al despiste con el lector y la tradición y estructuras predecibles del cómic francobelga de aventuras, personificadas en el Tintin hergeliano. Pocas veces me he encontrado con unos álbumes tan ricos en matices, con un humor tan exquisito y que lleve tan lejos las posibilidades de un medio que sólo alcanza su máximo esplendor en manos de talentos como éste. Cháland subvierte la lógica familiar y prototípica en el desarrollo de tramas y personajes, los temas que trata son adultos, sus personajes en muchos momentos, por no decir casi siempre, amorales y los comportamientos de estos, impredecibles para el lector.
En ningún momento, estos álbumes resultan cómodos de leer. Chaland juega con perspectivas y composiciones, con el tratamiento del movimiento y de la narración entre viñetas (¡e incluso entre páginas!), el ritmo se acelera o desacelera al capricho del autor, y este muestra una variedad de recursos gráficos sorprendente, con una maestría en su uso insultante, logrando enriquecer cada nueva lectura de la obra y mantenerla fresca y moderna como si los años no pasasen por ella (¡"F-52" es de 1989!).
En los extras que incluye la edición de Glénat – por cierto, excelente – Chaland escribe “hay que hacer lo contrario que los demás e inventarse las reglas de un nuevo estilo, porque el estilo es lo más importante que un autor debe trabajar”. Sin duda, él lo consiguió. Estas historias no se olvidan fácilmente.

Si sólo pueden comprarse un tebeo este mes, que sea éste.

Si todavía dudan, visiten su página oficial, aquí.

Icelands en venta…¡Qué no cunda el pánico!



Si se pasan por la web de la editorial verán que sus socios han colgado el cartel de “se vende”.
Esto, por mucho que se diga por ahí, no es ningún drama, más allá del fracaso personal que suponga para sus colaboradores y trabajadores con los que me solidarizo y cuentan con toda mi simpatía porque renunciar a un proyecto en el que se supone se ha invertido dinero e ilusión siempre es un mal trago. Sin embargo, más allá del supuesto romanticismo con que se quiere imbuir toda aventura editorial y que yo no veo por ningún lado, esta puesta en venta para mí no es más que el indicio más claro de que las vacas gordas de los últimos años se han acabado y se avecinan tiempos duros para las editoriales pequeñas que se hayan metido a la aventura aprovechando la coyuntura favorable.
El mercado editorial va a entrar en crisis, si no ha entrado ya, y no hay que ser muy listo para advertir los síntomas. Si suben los intereses, suben las hipotecas y los créditos, baja el poder adquisitivo de los consumidores y sube la inflación (¡subo el precio del tebeo para mantener mi margen de beneficio o hacer frente a la subida de mis costes!), con lo que la gente consume menos (¡No me llega para comprar los tebeos que quiero!) con lo que a los dueños de la editorial, salvo que esté saneada o pertenezca a un grupo, para capear el temporal sólo les quedará la opción de ponerla en venta antes que la cosa se ponga realmente cruda. Supongo que el caso Icelands será algo así.
¿Debemos preocuparnos los aficionados de a pie? Creo que no, (salvo que sólo compren cómics Icelands, claro). El mercado comiquero, a nivel editorial, ha crecido en los últimos años y ahora hay más editoriales dedicadas al cómic que nunca (sólo hace un par de semanas se anunciaba una nueva, Viaje a Bizancio, a la que también deseo suerte), lo que no deja de ser una garantía para que el lector pueda seguir disfrutando de publicaciones regulares (aunque se reduzca la oferta) y –esperemos – para los autores tengan oportunidades de trabajo, aunque, me temo, que los más jóvenes continuarán teniéndolo crudo para poder publicar en condiciones.
El momento de comprobar si todas las buenas expectativas de estos años se quedan en nada o realmente el nuevo mercado es suficientemente maduro como para aguantar la crisis está llegando. Será interesante presenciarlo.

10000 Años A.C

No sé si será buena o mala, pero entretenida parece un rato…




Vean, vean...