jueves, 6 de marzo de 2008

Los cómics más caros y el Eterno Retorno


Anda el personal un poco revuelto temiendo que, junto a unas cuentas suculentas novedades – de las que se ha caído la que más me apetecía, “Comanche” de Hermann- las editoriales aprovechen el próximo Salón de Barcelona para realizar una nueva subida de precios que deje nuestras magras bolsas un poco más aligeradas aprovechando la coyuntura. Y no creo que les falte razón en sus temores
Las grandes editoriales, con la revolución de los formatos, han perdido la necesidad de justificarse por el incremento de precios, como hacían antaño, explicando los motivos por los que año sí, año también, se producía el aumento.
Muy lejanos quedan ya aquellos tiempos en que Comics Forum y Ediciones Zinco justificaban en un cuadradito la subida de los precios por la carestía del papel que les obligaba (¡casi contra su voluntad!) a repercutírselo a los lectores y sus cómic subían de las 95 a las 110 pesetas para consternación del personal (seguro que los lectores más veteranos se acuerdan) que no iba a poder seguir ya todas las colecciones, pero entendía y se solidarizaba, de buen grado, con el esfuerzo de la editorial que le suministraba el soma de sus amores.
Y, aun más reciente, se encuentra la más desproporcionada subida de precios que ha afectado al Cómic -y a todo- que yo recuerde, el cambio de pesetas a euros (el cambio se mantuvo durante algún tiempo pero en este interesante post pueden hacerse buena idea de dicha evolución) y el famoso redondeo -que, aunque alguno todavía se esfuerce en convencernos de lo contrario, todos padecimos, ¿verdad?- que, sin duda, afectó a las editoriales en sus costes, pero que estas hábilmente supieron repercutir de nuevo a sus lectores y, de paso, aumentar su margen de beneficio de manera considerable, abriendo así una brecha importante en la confianza entre editores y aficionados que, hasta entonces, más o menos existía y que se mantiene y agranda con los años.
¿Por qué aumenta esa desconfianza? En buena medida porque al no conocerse las cifras de venta de las editoriales ni sus márgenes, el comprador tiene la sensación que le están “timando” por el producto que compra, que se están aprovechando de su buena voluntad de aficionado a un arte minoritario y poco reconocido socialmente, para soplarle más euritos de la cuenta por unos cómics que no reúnen los niveles de calidad de edición equiparables a los precios que paga.
No nos engañemos, los viejos buenos tiempos en que la mayoría de los cómics eran accesibles para el aficionado multicoleccionista han pasado. A las grandes editoriales ya no les interesa el aficionado quejicoso que compra regularmente cómics porque entienden que este va a continuar comprando regularmente, a pesar de sus quejas, y lo que realmente interesa es ampliar mercado entre los compradores esporádicos, para lo que apuestan por la diversidad de formatos que ha demostrado que les funciona bien. Formatos más lujosos para atraer al lector puntual y esporádico con historias autoconclusivas y reediciones de material (OJO, al incremento de los formatos Absolute e Integral que van a copar las novedades del Salón y si no me creen para muestra un botón en las novedades de Planeta aquí) en tiradas no excesivamente grandes que, antes o después, se amortizarán (si la cosa vende, se saca una segunda edición y punto). Las editoriales pequeñas si quieren conseguir beneficio se ven arrastradas a seguir la política de precios de las grandes por diversos motivos, que no entraré a valorar ahora pero que, a la larga, suponen su adaptación a unas reglas de juego que les vienen impuestas.
¿Aunque nos duela a los aficionados es lícito que se comporten así las editoriales? Totalmente. El aficionado al cómic tiene que dejar atrás la visión romántica de la editorial como una especie de ONG dedicada a proporcionarle cómics a precios ajustados, llevadas por aficionados tan friquis y enamorados de su afición como ellos, y entender que las editoriales son EMPRESAS, que tienen, como principal objetivo, conseguir el máximo beneficio minimizando los costes (aunque ello suponga escanear en algún caso, sí), que en ellas trabajan y están dirigidas por profesionales quienes supeditan su trabajo a la obtención de esos objetivos y a los que les conviene mantener ese halo romántico de rebeldía juvenil para acercarse a un público potencialmente joven, pero que no están dispuestos a arriesgar sus trabajos ni el pan de sus familias (lógico) regalando cómics.
Los precios de los cómics, como de la mayoría de los bienes de lujo y culturales (libros, discos, DVDs,…) son los que son y no van a bajar – como mucho se mantendrán, pero ni eso es seguro- por lo que se hace imprescindible que el aficionado tome conciencia de ello y adopte una postura de consumidor inteligente y no de friqui compulsivo. Que cada uno determine y analice, según sus posibilidades, el dinero que le puede destinar a su afición y lo que le merece realmente la pena comprar o dejar sin remordimiento en el estante de la librería, pero, ante todo, seamos serios y no culpemos a las editoriales por ser empresas y no hermanitas de la caridad.
En definitiva, está en su naturaleza subir los precios e intentar ganar el máximo posible exprimiendo al que se deje como en la del escorpión del cuento estaba picar a la tortuga.