
Y es que Eastwood demuestra en su senectud estar en plena forma en una película soberbia en la que se retrotrae a Los Ángeles de 1928 para describir la lucha de una madre por encontrar a su hijo frente a la corrupta y despótica actuación de la policía de la época que pretende tacharla de loca, dispuesta a llegar hasta el último extremo para tapar su negligencia.
Gracias a un excelente guión de J. Michael Straczinsky, la historia no decae en ningún momento y Eastwood nos transporta con pausada sensibilidad del melodrama a la intriga pasando por la denuncia o el terror pero posicionando siempre la cámara para mantener un cuidadoso distanciamiento y que sea esta la que marque la crónica de la sobrecogedora historia de la señora Collins, protagonizada por Angelina Jolie, quien sabiamente dirigida, sacrifica su contundente belleza en función a su mejor actuación hasta la fecha, con una actuación sutil y exquisita que probablemente la deparará el tan ansiado Oscar. Seguramente, no será el único premio que esta película logre ya que el camaleónico Malkovich en su papel de reverendo azote de la corrupta policía, también es merecedor al menos a una candidatura entre un reparto que brilla a gran altura al compás de la batuta de Eastwood quién, monaguillo antes que fraile, sabe otorgar su momento de gloria a cada uno de los magníficos secundarios con maravillosos planos cortos y medios y consigue que hasta las actuaciones infantiles sobrecojan y resulten creíbles.
Recen conmigo porque Clint Eastwood nos dure durante muchos años y disfruten de este estupendo regalo de Navidad. El Cine y los espectadores le necesitamos.