lunes, 24 de septiembre de 2007

“Hairspray” de Adam Shankman



Sin saber muy bien por qué, algún gran ejecutivo de Hollywood decidió un buen día que el género musical no resultaba rentable así que, poco a poco, sus títulos fueron desapareciendo de las carteleras. Sin embargo, de vez en cuando, Hollywood nos sorprende con una novedad que por la buena aceptación que el público suele dinspensarlas demuestran que es un género difícil de finiquitar. La última demostración de este fenómeno que ha llegado hasta nuestras pantallas ha sido “Hairspray”, el “remake” de la obra homónima que el vitriólico John Waters dirigió en 1988 y que ya tuviera hace unos años una adaptación musical de gran éxito en Estados Unidos. “Hairspray” nos sitúa en el Baltimore de los sesenta en los que la integración todavía no ha llegado y una dulcemente obesa Tracy Turnblad desea con todas sus fuerzas ser la nueva bailarina del programa de Corny Collins, cosa que por una serie de casualidades consigue, convirtiéndose de la noche a la mañana en una celebridad local. La ingenua Tracy, aprovechando su creciente popularidad, decide luchar por la integración posicionándose a favor de que sus amigos negros puedan bailar junto a los blancos en el programa, lo que la llevará a ser despedida, manifestarse y ser perseguida por la policía. Sin embargo, ayudada por sus amigos y familiares logra reaparecer a tiempo en el programa para participar en la elección de Miss Teenager Hairspray, y desbaratar los planes de su rival, la cursi Amber (Brittany Snow) y su maquiavélica y racista mamá, una genial Michelle Pfeiffer, quedándose de propina con el guapo Zac Efron.
“Hairspray” es una película ante todo divertida, en la que partiendo de un estupendo primer número musical que contextualiza perfectamente la historia y el personaje nos introduce en las aventuras y desventuras de Tracy, soberbiamente interpretada por la novel Nikki Blomski, en una historia que dosifica bien el mensaje político con la locura adolescente a través de unas coreografías eléctricas y pegadizas. Mención aparte merece el excelente reparto en el que se mezclan actores consagrados y estrellitas en ciernes, en el que sobresalen los veteranos Christopher Walken y John Travolta, como padre y madre de Tracy. Ninguno de los dos canta un pijo pero están muy graciosos, sobre todo un Travolta que no queda muy bien parado en su comparación con Divine pero sigue empeñado en reinventarse con cada nuevo papel lo que es de agradecer. También es de destacar la labor de una Michelle Pfeiffer, que demuestra su saber hacer en cualquier papel que se le encomiende y se resiste, como los musicales, a desaparecer a pesar de haber superado los cuarenta hace ya tiempo.
Esperemos que los musicales (y la Pfeiffer) vuelvan a ponerse de moda frente a tanto superhéroe tontorrón. Y si puede ser sobre una base completamente original, pues mejor.