viernes, 5 de diciembre de 2008

“Crepúsculo: un amor peligroso” de Stephenie Meyer


Se estrena estos días la adaptación al cine de la saga “Crepúsculo”, fenómeno de masas entre adolescentes de medio mundo, y como gracias a mi cuñada he tenido acceso a la saga (a pesar que me advirtió que no me iba a gustar) y siempre estoy interesado en leer cualquier cosa del subgénero vampírico estuve leyendo el primer libro, “Un amor peligroso”, durante la semana pasada. Puestos en antecedentes les confieso que este primer tomo no me ha gustado. ¿Por qué? Básicamente, porque no soy una adolescente. Les cuento.

Bella es una jovencita, hija de padres divorciados, que pasa de vivir con su enrollada madre en la soleada Phoenix a hacerlo con su aburrido padre en Forks, un pequeño pueblo donde ver el sol suele ser una empresa compleja y pasan un día sí y otro también bajo la lluvia. La muchacha va adaptándose como puede a la escuela y al nuevo entorno, hasta que coincide en clase con Edward Cullen, un muchacho que la revoluciona las hormonas como sólo a una adolescente soñadora pueden disparársele, y para más inri, además el chico parece corresponderla, sin embargo, pareja tiene un pequeño problema: Edward es algo parecido a un vampiro. A pesar de las reticencias –pocas- iniciales de Edward, ambos iniciarán una apasionada relación (adolescente) marcada por los peligros que supone para la intrépida Bella liarse con un vampiro.

Bueno, más o menos, este es el planteamiento de la primera novela de la serie que Stephenie Meyer escribe de una manera bastante superficial, artificiosa y tramposa sobre el pseudovampiro Edward, su novia Bella y la familia Cullen. La Meyer obvia o desconoce todas las convenciones sobre los vampiros para inventarse un “vampiro”a la medida de las fantasías de las adolescentes, público potencial del libro que, quién, aparte de haber superado hace tiempo su sed de sangre, es capaz de pasearse sin demasiados problemas de día, leer mentes, tocar el piano, llevar jerseys de pico, conducir un deportivo como nadie y, por supuesto, enamorarse de una niña con la que les resulta fácil identificarse (vamos, el yerno ideal). Meyer sigue sin demasiado rubor la estela de “Crónicas Vampíricas” de Anne Rice y las novelas rosas de Corin Tellado pero con una menor habilidad y conocimiento del oficio de escribir, mejorando escasamente su habilidad conforme va avanzando la novela. Porque esa es otra, la novela de Meyer es aburridísima y la cuesta arrancar un siglo, centrándose más de la mitad de sus más de cuatrocientas páginas en el discurso introspectivo de la adolescente protagonista, Bella, sobre lo maravilloso y guapo que es Edward y lo patética que es ella, para sólo alcanzar un mínimo interés en su último tramo. Los personajes son bastante planos y convencionales sin que ninguno destaque demasiado salvo Bella, que en primera persona se convierte en narradora y protagonista de la historia. Meyer hace gala de un estilo directo y ágil en el que demuestra pobres recursos narrativos en una trama demasiado lineal, con un abuso constante de interminables, aburridos y repetitivos diálogos que llegan a poner de los nervios a cualquiera que no sea una jovencita adolescente aunque no se la puede negar por la cantidad de volúmenes vendidos (diez millones según la publicidad y el entusiasmo que muestran sus fans) que ha sabido captar la psicología adolescente.

En fin, que tras esta primera entrega de ”Crepúsculo” he de reconocer que mi cuñada tenía toda la razón y se me han quitado todas las ganas de continuar con la serie e incluso de ver la película. Cualquier parecido con una novela de terror es pura coincidencia.