miércoles, 5 de septiembre de 2012

“Daredevil: La sonrisa del diablo”, de Mark Waid, Paolo Rivera y Marcos Martín.




Leído el correcto tomo en que Panini ha publicado los primeros seis números de la nueva serie de “Daredevil”, uno entiende la razón de tantos elogios que ha leído por ahí. Sin embargo, no nos equivoquemos, Waid, Rivera y Martin tampoco es que hayan descubierto la pólvora sino que han aplicado fórmulas que ya estaban en la esencia del Hombre Sin Miedo desde sus orígenes pero que, parece ser, habían sido olvidadas. Su gran mérito es volver a recordarnos lo divertido que podía llegar a ser.

En estos números Matt Murdock vuelve a Nueva York dispuesto a retomar su carrera como abogado. Sin embargo, las sospechas públicas sobre su identidad secreta le obligarán a no ejercer directamente la defensa de sus clientes sino asesorarles legalmente para que se autodefiendan en los tribunales. Mientras Matt intenta mantenerse en un segundo plano, Daredevil deberá hacer frente a los supervillanos asesinos contratados para acabar con su clientela.

Como digo, “Daredevil” no es un tebeo original. Waid muy sabiamente lo que ha hecho ha sido retomar la esencia original del personaje,tal y como lo idearon Stan Lee y Bill Everett y funcionó durante décadas hasta que la larga sombra de Frank Miller lo convirtió en un superhéroe justiciero, maldito y atormentado que los guionistas que vinieron después – de Nocenti a Diggle, pasando por los Bendis y Brubakers- no se cuestionaron. Waid da un golpe de timón y se sitúa contracorriente del carácter pesimista que domina el género actualmente – seguramente auspiciado por causas externas al mismo- apostando por un tono más fresco y optimista a través de tramas clásicas y ligeras resueltas con oficio en las que desarrolla el nuevo rol de Murdock al tiempo que Daredevil se enfrenta con supervillanos urbanos de segunda fila – la Mancha, Klaw, Boxeador…- que son con los que más luce.
Seguramente esa apuesta por el optimismo, tan distintiva en otras épocas de los cómics Marvel (y en el género) es lo que ha hecho tan atrayente este título a los lectores pero no hay que olvidar el brillante envoltorio gráfico en que viene presentada la oferta de Waid.

El dúo formado por el estadounidense Paolo Rivera y el español Marcos Martín juntos pero no revueltos – el primero se ocupa de los tres primeros episodios y el segundo de los siguientes-, le dan un tono a la serie completamente revolucionario y radical, tal y como están las cosas dentro de lo que es el actual mainstream. Y es que, frente a la espectacularidad hueca imperante de los Jim Lee, Deodato, Reis y demás, con predominio de las figuras y una narrativa pobre que abusa de los efectos cinematográficos y ha redundado el empobrecimiento de las tramas y los personajes en las últimas décadas, Rivera y Martin construyen sus historias a partir de un profundo conocimiento de la narración en viñetas para ofrecer historias sólidas, sobrias y resueltas con brillantez.

Martin y Rivera se alejan del abuso del músculo, el mohín vacío y la pose provocativa, tan característico de muchos tebeos de superhéroes actuales, para poner su talento al servicio de la historia que quieren contar. Su estilo de dibujo clásico y detallista resulta incluso más cercano al de dibujantes europeos como William Vance o Phillipe Francq y se adecuaría perfectamente para dibujar cualquier superventas de Van Hamme.

Sin embargo, y a pesar que esa base europea que quizás sorprenda a los lectores norteamericanos pocos familiarizados con los tebeos de más allá de sus fronteras, donde Rivera y Martin han ido un paso más allá que esos autores europeos es en los recursos narrativos que manejan, asimilados perfectamente de maestros como Steranko o Miller pero usados con sabiduría para dotar de agilidad y sorprender con sus composiciones ofreciendo un plus distintivo que solo se encuentra en los buenos cómics.

 
 Daredevil: La Semilla del Diablo” es una buena noticia en el cómic de superhéroes que puede –ojalá- marcar una tendencia contagiosa en el género, una apuesta sin prejuicios por la narrativa y los recursos propios del medio para ofrecer un tratamiento de la historia más sólido gráficamente, que permita renovar las tramas apolilladas mostradas desde una nueva perspectiva. “Daredevil” es el título adecuado para marcar ese punto de inflexión ya que, ¿si Miller pudo en este título revolucionar el género en los ochenta por qué no van a poder hacerlo ahora los Waid, Rivera y Martín?. Valdrá la pena comprobarlo.