domingo, 14 de junio de 2009

“Vuelo Rasante” de Pejac.

No nos engañemos, si algo hay en el mundillo del cómic son obras que parecen clonadas unas de otras. No es algo ajeno a otras disciplinas, de hecho a ninguna en que arte y negocio se entremezclen, pero quizás en el cómic para los aficionados resulte más evidente (fíjense, por ejemplo, en el único género que ha dado propiamente el medio, el de superhéroes, y comprobarán que tengo razón). Por eso no deja de ser una buena noticia la aparición de obras tan valientes como “Vuelo Rasante”, del dibujante santanderino Pejac quien nos sorprende en su primera incursión en el mundo del cómic con una propuesta personal e innovadora, con la que explora caminos que, por arriesgados, no suelen ser habitualmente transitados.

No me pregunten de qué va esta obra porque no se lo puedo decir. O les podría dar mi interpretación personal, íntima e intransferible, basada en la belleza de las composiciones de Pejac y lo sutil de su narración, pero no dejaría de ser una opinión subjetiva. Y es que “Vuelo Rasante” en su descarada apuesta por el minimalismo, carga en el lector toda la labor de elaboración de la historia a partir de las imágenes, ideas y personajes que el autor propone al lector en forma de siete pequeñas historias mudas que se enlazan entre sí para formar una proposición global aunque tan sutil que escapa de cualquier análisis rígido para quedar impresa en el subsconciente del lector y rememorarla en los momentos más insospechados. De este modo, “Vuelo Rasante”, tras su aparente simplicidad estructural esconde una propuesta compleja, inteligente y meditada en la que Pejac busca más sugerir que imponer su particular mundo interior, onírico y poético, su particular idea de libertad, desde la que comunicar con el de sus lectores a un nivel profundo, más allá de la superficialidad racional y dejando que el vuelo rasante de una bandada de pájaros sea el delicado nexo sobre el que se asienten las siete soledades, las siete balas en forma de historias dirigidas directamente a impactar en la sensibilidad del lector.

Pejac con esta primera obra sigue los pasos de MAX, Prado o Ware en la búsqueda de un lenguaje propio, en la adaptación sin complejos del lenguaje poético al cómic, algo que tan sólo está al alcance de unos pocos privilegiados tanto por la enorme dificultad que conlleva no caer en el pedantismo hueco como por lo complicado que resulta que este tipo de propuestas minoritarias encuentren acomodo en alguna editorial, sobre todo tratándose, como es el caso, de un autor novel. Por ese motivo, hay que felicitar a la pequeña editorial Viaje a Bizancio por realizar una apuesta tan arriesgada y cuidar con mimo su edición. El resultado, en este caso, es un cómic universal, intenso y bello que no dejará indiferente a nadie. Ya me contarán.