miércoles, 17 de octubre de 2012

“Superman”, de Grant Morrison y Rags Morales.




 Leídos de un tirón los ocho primeros números del nuevo “Action Comics” de Grant Morrison y Rags Morales –cuatro primeros de la serie en grapa de “Superman” de ECC- no puedo más que volver a descubrirme ante el inmenso talento del guionista escocés, quién una vez más ha dado en la tecla para la revitalización de un personaje, como ya hiciese en Marvel con los “X-Men” y en DC con “LJA” y “Batman” o el propio Superman en la más reflexiva “ASS”.


En una Metrópolis más oscura que nunca en la que los mafiosos llevan la voz cantante, hace su aparición un joven Superman que ataviado con una camiseta y vaqueros les hace frente mientras su alter ego Clark Kent denuncia sus intrigas en un pequeño periódico. Perseguido por el ejército comandado por el general Lane y asesorado por Lex Luthor, el nuevo Superman se convierte en la única esperanza de la ciudad cuando del espacio surge la amenaza del Coleccionista de Mundos dispuesto a embotellar la Ciudad.
Apoyado en su profundo conocimiento de la Golden Age y las distintas revisiones de “Superman”, Morrison cumple con su misión de remozar y reinterpretar al Hombre de Acero para hacerlo atractivo a una nueva generación de lectores pero manteniéndose fiel a la esencia del personaje. Morrison presenta un Superman juvenil con un punto irreflexivo y arrogante, un Superboy, contestatario y radical que está empezando a descubrir sus poderes e imprime sobre todo un ritmo acelerado a la historia obviando una narración lineal para ir dejando que poco a poco las distintas piezas del puzzle encajen. Evidentemente, esto merma la narración seriada y solo cuando se leen los arcos completos se disfruta completamente de su talento para reinterpretar nuevamente el concepto de Superman.
Los nuevos lectores disfrutarán del ritmo trepidante de la historia mientras que los seguidores fieles encontrarán el aliciente no solo en la reinterpretación de los personajes sino en lo fino que hila Morrison a la hora de referenciar y aprovechar distintas etapas de la rica historia del personaje, tanto los secundarios de siempre como los más carismáticos supervillanos. Me queda la duda como el aficionado que se encuentra en un término intermedio sabrá aceptar una propuesta que no deja de tener un saludable componente de riesgo y provocación que siempre es de agradecer en un personaje tan icónico.

Por otro lado, el que más dudas genera es el dibujante, Rags Morales. Tras unos inicios titubeantes, Morales va ganando confianza conforme más espectacular se vuelve la historia y se abandonan los ambientes urbanos por las localizaciones espaciales. Morales, que controla espectacularmente los volúmenes de sus personajes, sufre con las perspectivas y en la comparación en cuanto a la narración con el compañero habitual de Morrison, Frank Quitely. Con todo, conforme avanza la historia, el nivel de Morales mejora por lo que queda abierta la esperanza a que se adapte cada vez mejor a las exigencias de Morrison.
En fin, tengo mucha curiosidad por ver como Morrison continúa desarrollando algunas de las historias sugeridas a lo largo de estos números para comprobar si este nuevo Superman se asienta o se queda en una notable anécdota más. Como siempre, las ventas serán las que tengan la última palabra pero, aun así, estoy seguro que Morrison sería capaz de reinterpretar una vez más un icono tan complejo como el Hombre de Acero con garantías.