miércoles, 8 de agosto de 2007

“Las intermitencias de la muerte” de José Saramago



Hoy toca libro de José Saramago (Azinhaga, 1922) , lo que conlleva escribir sobre uno de los escritores más populares y respetados del panorama actual, más si cabe, desde que recibiera el Nóbel hace unos años.
En “Las intermitencias de la muerte”, Saramago plantea una parábola en torno a un país imaginario en el que la muerte decide dejar de actuar con el inicial entusiasmo de la población inmortal que pronto se torna en desesperación ante las dificultades que la novedad ocasiona ya que la gente que debería morir no muere, quedando en una especie de estado vegetativo, lo que ocasiona nuevos problemas tanto a la población como al gobierno que intenta buscar una solución mientras las diferentes iglesias ven peligrar las bases de sus religiones y los criminales se aprovechan para lucrarse. Una vez adaptados, la reaparición de la muerte no ayuda a que las cosas vuelvan a la normalidad. La muerte decide anunciar con siete días de antelación su visita a sus próximas víctimas lo que acarreará nuevos problemas tanto a la gente conocedora de antemano de su destino como a la propia muerte que sorprendentemente comete un error y deja vivir a un hombre que debería haber muerto. Ante semejante situación, una muerte consternada toma forma humana y decide conocer a semejante ser excepcional (por otro lado, un músico bastante anodino). Cuando el encuentro se produce, lo sorprendente ocurre.
“Las intermitencias de la muerte” es una obra típica del premio Nóbel portugués lo que supone a su vez su principal cualidad y defecto. Esta novela a nivel formal puede que incluso sea una de sus obras más logradas en la que pule hasta el extremo su estilo personalísimo basado en la enumeración y las perífrasis empezando y finalizando la novela con la misma frase (“Al día siguiente no murió nadie”) y haciendo gala de un humor ágil, blanco y accesible a todo tipo de lectores, capaz de abrir las mentes a la reflexión sobre situaciones no tan alejadas de nuestra realidad cotidiana. Pero, a nivel argumental, la novela se queda corta pudiendo detectarse casi dos obras relacionadas y que probablemente hubieran sido mejor tratadas como cuentos o relatos que en una novela única. La primera parte, en la que la población y sus instituciones deben hacer frente a las nuevas situaciones que acarrea la desaparición de la muerte recuerda a otras obras del autor como “Ensayo sobre la ceguera” o “Todos los nombres”, planteándose situaciones que le resultarán familiares al lector habitual de Saramago mientras que la segunda parte en la que la muerte busca y encuentra al músico que se resiste a morir resulta mucho más interesante y original. Saramago nos muestra una muerte cercana, cargada de anhelos y defectos humanos, que la llevarán a escapar de la soledad de su cometido.
“Las intermitencias de la muerte” es un buen libro para iniciarse en la lectura de la obra de Saramago y agradará a los incondicionales del autor portugués pero quizás decepcionará a los que esperamos algo más en la obra de un escritor tan dotado. Ya saben, prueben y luego me cuentan…