domingo, 4 de enero de 2009

“Asesinatos, S.L.” de Jack London

En estos días que se regalarán miles de best-sellers insulsos e intercambiables, me parece una buena idea reivindicar un clásico como Jack London, un tipo que no sólo escribía excelentes obras de aventuras que le convirtieron en lo que hoy se denominaría un “superventas” (sí, ya sé que en cuanto han leído Jack London lo han asociado con “Colmillo Blanco”, pero es que en la producción de London hay más de cincuenta obras) sino que además escribía con suficiente talento cómo para reflexionar e incorporar en sus textos muchas de las grandes ideas políticas y filosóficas que empezaron a desarrollarse a principios del siglo pasado y su propio posicionamiento personal en tramas generalmente bien desarrolladas y entretenidas.

Un ejemplo de todo esto que les cuento, y una de las obras menos conocidas de London, es “Asesinatos S.L.” una novela que el autor dejó inacabada y que hasta 1963 no fue terminada a partir de las notas dejadas por London por Robert Fish. En ella, London adelanta la idea por desgracia hoy en día tan habitual del asesinato selectivo a través de una sociedad de filántropos y filósofos asesinos que mediante el asesinato pretenden mejorar el mundo y convertirlo en un sitio mejor. La compañía está dirigida por el misterioso Dragomiloff, un tipo de oscuro origen que mantiene su organización secreta a la opinión pública y sólo acepta aquellos encargos que considera de utilidad social. Todo marcha perfectamente en la rutina de Dragomiloff al que todos toman por Sergius Constantine, un inofensivo hombre de negocios, hasta que es descubierto por el sagaz socialista millonario Winter Hall, quién aparte de desenmascararle, encarga a Dragomiloff su propio asesinato para acabar así con la organización. Tras una discusión, entre Dragomiloff y Hall en la que este le convence de la utilidad social de su propia muerte, Dragomiloff, un fanático de la ética y la lógica aparte de un asesino avezado, acepta el encargo en nombre de la organización, comprometiéndose a luchar durante un año por su vida contra los bastos recursos de la organización de asesinos que él mismo creó, iniciándose una persecución por todos los Estados Unidos. Sin embargo, la cosa se complica todavía más cuando Hall descubre que Dragomiloff y Constantine son la misma persona y este es el padre de su prometida, Grunya.

Como ven, compleja trama la desarrollada por London en una novela que sin dejar de ser una obra menor dentro de su producción plantea interesantes y pintorescas situaciones, resuelta por London y Fish con bastante sencillez, adivinándose que lo publicado quizás se trate de un borrador de una obra que el autor no llegó a terminar. Resulta curioso como London retrata a los asesinos y a Hall como auténticos fanáticos de la ética y la lógica y como esa aplicación de la lógica hasta sus últimas consecuencias provoca resultados tan absurdos como su autodestrucción. Tampoco queda nada clara la condición de Dragoniloff, un personaje ambiguo sobre el que gira toda la trama, y al que London parece admirar, siendo este junto al personaje de Hall, personaje este que tiene algunos puntos en común con el propio London, los mejor desarrollados de la obra.

En fin, una novela entretenida que más allá de su sencillez formal plantea cuestiones que por desgracia se han materializado con los pasos de los años, que se deja leer con agrado a pesar que su final sea en exceso predecible. Yo que ustedes probaba a regalarla en estas fechas antes que lo último de Dan Brown y sus clones. Seguro que acertaban.