sábado, 17 de enero de 2009

“Los Carruajes de Bradherley” de Hiroaki Samura

Si hay un tebeo del que me he sentido aliviado tras terminar su lectura últimamente ese ha sido “Los carruajes de Bradherley” de Hiroaki Samura. Y ello es debido no a que se trate de un mal tebeo, que no lo es, sino a lo desagradablemente explícito de Samura a la hora de retratar lo más sórdido del ser humano en una serie de historias cortas que van deviniendo, al paso de los carruajes de Bradherley que dan título al tomo único que nos presenta Dolmen Editorial en una correcta edición, del cuento rosa más propio de Shojo (al estilo “Candy Candy” para que nos entendamos todos) a historias llenas de dureza y crueldad, sobrecogedoras por el realismo que imprime el autor.

Samura, que en el epílogo de la obra declara que no se ha documentadodemasiado a la hora de escribir este manga, construye una ucronía en un país imaginario pero que guarda bastantes puntos de conexión con la Inglaterra victoriana y a partir de historias cortas protagonizadas por distintos personajes nos narra la puesta en practica y el desarrollo del siniestro plan 1-14, popularmente conocido como la Fiesta de Pascua. Básicamente, el plan, ideado por una de las familias nobles más ricas del país, los Bradherley, consistía en seducir a jovencitas huérfanas de distintos orfanatos del país con la promesa de ser adoptadas por Lord Bradherley y formar parte de su compañía de ópera para trasladar a la mayoría directamente del hospicio a una prisión donde eran entregadas a los presos que cumplían cadenas a perpetuidad como esclavas sexuales para evitar amotinamientos. (Sí, hay un montón de spoilers, pero se trata de evitar que nadie le vaya a regalar este tebeo a una niñita inocente por ignorancia).

En el epílogo a la obra, el autor declara que se inspiró en una serie sobre “Ana de las Tejas Verdes” para escribir este manga. Bueno, si lo dice yo no soy quién para contradecirle aunque cualquier parecido entre la obra de Lucy Maud Montgomery y este manga es pura coincidencia. No, más bien creo que la intención de Samura ha sido transgredir el shojo manga, un subgénero dentro del manga, dirigido a jovencitas adolescentes donde abundan el exceso de volantes y las historias de príncipes azules, subvirtiendo las reglas del mismo para construir una historia terrorífica por su crudeza y verosimilitud en la que todos los personajes protagonistas, huérfanas, guardias o incluso los mismos presos, se convierten, de un modo u otro, en víctimas de la crueldad de los poderosos, encarnados por los nunca vistos pero siempre presentes, Bradherley. La historia funciona a varios niveles, a pesar de ciertas lagunas argumentales, y aunque el horror mostrado por el autor es ya de por sí bastante duro, con escenas terribles como la de la violación colectiva, donde realmente el manga alcanza su máxima crudeza es a nivel psicológico, ya que el lector asiste a los terribles engaños a los que son sometidas las huerfanitas sin que pueda hacer nada por evitarlo salvo dejar de leer (y esto seguro que no lo hará).

Samura, al que ya conocíamos en estas tierras por la inacabable “La espada del inmortal” y la cómica “Ohikkoshi La Mudanza”, consigue a través de su cuidada caracterización de los personajes, su detallado y característico dibujo en el que tiende a centrarse constantemente en detalles ajenos al hilo narrativo con lo que rompe la secuenciación lógica de la historia, y sus recargados cuadros de texto, su objetivo de hacer pasar un mal rato al lector en una historia que no esconden un punto de sadismo que harían aconsejable la visita de Samura a su psicólogo más cercano. A pesar de todo ello, “Los carruajes de Bradherley” es el manga más sorprendente e inteligente publicado el año pasado así que si no les importa pasar un mal rato, léanlo y después me cuentan.