jueves, 27 de septiembre de 2007

“El Orfanato” a los Oscar.


Pues finalmente, como imaginaba gané la apuesta y tras "una dura deliberación", como suele decirse, los miembros de la Academia han decidido que la representante española al Oscar a mejor película extranjera sea para “El Orfanato”, la obra todavía inédita del nóvel Juan Antonio Bayona.
La película una historia de fantasmas, protagonizada por Belén Rueda se rodó íntegramente en Asturias y todavía no se ha estrenado en las salas comerciales así que sólo unos pocos privilegiados han podido verla, aunque parecía de cajón que era la candidata que más interés podía despertar en Hollywood frente a la competencia de “Trece rosas rojas” y “Luz de Domingo”. De hecho, ya una productora norteamericana ha comprado los derechos para realizar un “remake” con actores norteamericanos como ya hiciera Tom Cruise con “Abre los ojos” de Aménabar. La película será la que inaugure el próximo día 4 el próximo festival de Sitges y espéremos pronto llegue a nuestras pantallas, tras las buenas críticas obtenidas en el Festival de Cannes.

Mucha suerte.

“Promethea 2” de Alan Moore y J.H. Williams III



Leído el segundo tomo de “Promethea”, que reúne los números 7 al 12 de la colección original y que con bastante retraso respecto al anuncio inicial nos ofrece Norma Editorial, no puedo más que reiterarme en la excelencia de esta obra, sin duda uno de los trabajos más personales de Alan Moore y a la altura, si no supera obras tan importantes como “Watchmen” o “V de Vendetta”. ¿Por qué asevero esto? Porque en esta obra, que en principio podría catalogarse como menor, Moore da rienda suelta a sus obsesiones personales, la magia, los simbolismos y la imaginación. Estos componentes, que no son ajenos al resto de sus obras, (ahora mismo me viene a la cabeza “From Hell”, por ejemplo) encuentran en “Promethea” su medio natural de expresión, una colección que Moore utiliza para explicitar y desarrollar desde su propia filosofía vital hasta su erudición y conclusiones sobre el ocultismo y la magia en lo que, en muchas ocasiones, deja de ser un cómic comercial para transformarse en un auténtico ensayo gráfico que demuestra las potencialidades inexploradas de un medio, el Cómic, limitado únicamente por el talento del que lo utiliza. Esto es particularmente evidente conforme avanzamos en la lectura de este segundo tomo, en el que Moore va abandonando paulatinamente las tramas de acción y los enfrentamientos con los demonios para centrarse en el aprendizaje de Sophie Bangs de los poderes y responsabilidades que conlleva ser la nueva encarnación de Promethea. De este modo, a lo largo de varios capítulos Moore deja a Promethea vagar por diversos aspectos vitales a través de los que se manifiesta la imaginación humana, el subconsciente representado por la Inmateria, el sexo con Faust o su aprendizaje a través de las Cartas del Tarot en su conversación con las serpientes del caduceo. Además, Promethea es un cómic narrado desde una vertiente femenina que no feminista en la que no aparecen hasta ahora personajes masculinos de importancia en las tramas, salvo curiosamente los villanos, lo que no deja de ser una novedad en un género como el de superhéroes tan tradicionalmente machista. Moore, como ya hiciera en “Watchmen” modela las bases y convenciones del cómic de superhéroes “clásico” para inventar algo completamente nuevo que sorprende sin desagradar al lector compulsivo y enganchará a un lector culto ajeno al género. Pero Moore no se limita a innovar en lo conceptual sino que a nivel narrativo Promethea también se convierte en un crisol para la experimentación. De este modo, Moore obliga a J.H. Williams III a dar lo mejor de sí mismo con unos diseños de página en los que no hay espacio para el papel en blanco y la concepción y distribución de los elementos – los símbolos - está pensado al milímetro para sorprender y hacer coherente una obra ambiciosa en la que nada queda al azar. Muchos de los experimentos (recursos) que Moore utiliza ya estaban allí e incluso otros autores de talento los han utilizado en el “mainstream” (el cambio de la tradicional perspectiva vertical a la horizontal o la división de página en dos para realizar narraciones paralelas) pero pocos con la solvencia de Moore. De este modo, Promethea deja de ser un cómic cualquiera para convertirse en una obra para disfrutar con calma y detenimiento dejándote perder tanto en los detalles gráficos del elegante y retro estilo de J. H. Williams III como del derroche de ideas y niveles de lectura que Moore proponen en cada número. No se lo pierdan.

Para leer más sobre Promethea en El lector impaciente pinchad aquí.