lunes, 12 de noviembre de 2007

“Promesas del Este” de David Cronenberg

Antes de ver una película de David Cronenberg intento asegurarme mucho de lo que voy a ver. Me explico: para mí Cronenberg es la irregularidad hecha director de cine. Nunca sabes lo que te vas a encontrar cuando compras una entrada para ver una de sus películas. Algunas son tan curiosas e interesantes como “Crash” o “La Mosca”, otras el mayor truño que ha dañado mis retinas en una sala y todavía aparece en mis peores pesadillas como es “Existenz”. Vamos, lo que finamente se califica como un “director capaz de lo mejor o lo peor” pero llevado hasta sus últimas consecuencias. Por eso, cuando se estrenó esta película, tenía sentimientos contradictorios: por un lado todo lo que leía o escuchaba me atraía – soy un fanático de las películas de “gangsters” y me las trago casi todas por tópicas que sean- y por otro, estaba el factor Cronenberg que aconsejaba esperar a las ofertas de la Fnac o el Vips. La curiosidad pudo más y con más miedo que vergüenza fui a verla. Por suerte, tocaba la de arena (o la de cal, que nunca me queda claro cuál es la buena).
“Promesas del Este” es una película absorbente, que engancha de principio a fin, en la que partiendo de un hecho banal como es el diario de una moribunda, Cronenberg hace confluir dos mundos, dos existencias paralelas, en el contexto de los emigrantes rusos en Londres, con maestría y lo que en la mayor parte de sus películas falta: contención. Anna (Naomi Watts) una joven enfermera atiende a una adolescente embarazada. La chica muere al dar a luz a una niña y entre sus pertenencias lo único que encuentra que pueda aclarar algo de su pasado es un diario escrito en ruso. A través de la lectura del diario reconstruirá la historia de la muchacha y entablará contacto con la peligrosa mafia rusa del West End, los Bori Zakone y su jefe, Semyon (Armin Muehler-Stahl) quien estará dispuesto a hacer lo que sea para evitar que descubra el secreto que guardan sus páginas, contando únicamente con la ayuda de Nikolay (Viggo Mortensen), un ambiguo y misterioso chofer de la organización mafiosa dispuesto a hacer lo que sea para escalar dentro de la misma ayudado por el loco hijo borracho de Senyon, Kirill (Vincent Cassel).
Con estos mimbres, Cronenberg hace una de las mejores películas del año, manteniendo en vilo al espectador desde el principio de la misma, ayudado por un magnífico guión de Steven Knight en el que todos los personajes aparecen perfectamente caracterizados lo que se refleja en el trabajo de un reparto que clava cada uno de los personajes, destacando, aparte de los protagonistas -Mortensen con estos papeles logrará hacernos olvidar que un día hizo de Aragorn y Naomi Watts construye una Anna llena de matices que conmueve a la vez que enamora-, unos excelentes Vincent Cassel y Armin Muehler Stahl en sus papeles de mafiosos, a través de unas imágenes tan potentes como precisas. Porque a Cronenberg, al que en la mayoría de sus películas dentro del género fantástico y de terror, se le podría acusar de un excesivo gusto por la casquería y la sangre en “Promesas del Este” parece haber aprendido cómo estremecer a los espectadores a través de la verosimilitud, con unas escenas de acción realistas y contundentes. La historia es equilibrada y las motivaciones de cada uno de los personajes se van descubriendo al espectador conforme avanza la cinta pudiéndosele únicamente achacar un final excesivamente condescendiente con sus protagonistas. Sin embargo, las piezas encajan perfectamente y el espectador sale del cine con la seguridad de haber asistido a una sesión de cine del de antes, del que engancha y sobrecoge, y una película de mafia a la altura de los grandes títulos del género.
Si hubiera justicia el Oscar a la Mejor Película Extranjera para mí ya tendría dueño. Ahora véanla ustedes y me cuentan que les parece.