viernes, 3 de agosto de 2007

“El último deseo” de Andrzej Sapkowski



Intrigado desde hace tiempo y animado por las buenas críticas y la aclamación de los lectores acerca de las excelencias de Andrzej Sapkowki (Polonia, 1948) que apuntaban al autor como el gran renovador de la Fantasía de la Europa del Este (¿existía antes? porque aparte de Lem yo no conocía a ningún escritor polaco que cultivase este género y Lem más bien escribió ciencia ficción) me animé a iniciarme estas vacaciones en su obra con la primera novela de la saga de Geralt de Rivia.
Geralt de Rivia es un brujo adiestrado desde niño para ir de pueblo en pueblo acabando con los monstruos a cambio de una recompensa, un personaje atormentado y mortífero que aplica su propio código de honor a la hora de enfrentarse a los problemas. “El último deseo” es una novela en la que Sapkowski plantea a través de varios cuentos en los que Geralt se enfrenta a diversas situaciones la descripción del protagonista, su carácter y su entorno, sus amigos y enemigos. Geralt de Rivia es un antihéroe atípico que me recuerda poderosamente a un clásico de la literatura fantástica, el Elric de Melniboné de Michael Moorcock. Sapkowski coloca a su héroe en un ambiente medieval y mágico en el que debe enfrentarse a monstruos, hechiceros, elfos y hombres, estos últimos, en la mayoría de las ocasiones, peores que los primeros.
Sapkowski en “El último deseo” dota a su obra de un agudo sentido del humor y aprovecha elementos del folklore popular eslavo, de los cuentos infantiles e incluso del “western” para enriquecer el universo en el que se mueven sus personajes. Sin embargo, no todo me parecen excelencias en la obra. “El último deseo” es una obra irregular en la que no todos los relatos tienen el mismo interés y que deja abierto el interrogante acerca de las capacidades de Sapkowki para desenvolverse en una narración larga. Junto a relatos muy bien desarrollados como puede ser el que da título al libro o los titulados“El brujo” y “El confín del mundo” hay otros que resultan acelerados y confusos, historias que podrían haber tenido un mejor tratamiento como novelas independientes o divididas en dos libros en lugar de agrupadas en uno solo. Lo mismo ocurre con el relato parcelado que sirve de introducción al resto titulado “La voz de la razón”, un relato un tanto forzoso y en el que el autor parece priorizar presentar una serie de personajes que pueden tener su importancia en novelas posteriores a la propia historia que está narrando en ese momento. También es cierto que la edición de Bibliópolis no ayuda nada. Pase que debe ser difícil encontrar buenos traductores de polaco y estoy seguro que Sapkowski es un autor complejo que pierde especialmente con la traducción, lo que no me parece de recibo son las continuas erratas a lo largo de todo el libro y que deberían intentar corregir en posteriores ediciones (la mía es la quinta a ver si para las próximas lo consiguen). A pesar de todos estos fallos, “El último deseo” es una lectura entretenida que agradará a los aficionados al género y que deja más luces que sombras respecto a las potencialidades de Sapkowki. Creo que le daré una nueva oportunidad y continuaré leyendo otras obras suyas pero, eso sí, este señor no ha descubierto nada nuevo en el género fantástico, así que no dejen que les vendan ninguna moto.