lunes, 14 de junio de 2010

Al Williamson (1931-2010).


Parece ser que se confirma la desaparición de otra de las pocas “leyendas vivas” que le van quedando al cómic norteamericano. Uno de esos nombres míticos cuya trayectoria va unida al cómic norteamericano y, por ende, al cómic mundial: Al Williamson.

Medio colombiano, medio norteamericano, Williamson pasó su infancia en Colombia para, tras regresar a Norteamérica muy joven, empezar a trabajar en la pujante industria del cómic de posguerra. Míticas fueron sus series para E.C., especialmente en sus series de ciencia ficción Weird Fantasy y Weird Science en las que destacaría por su elegante trazo y capacidad para recrear sorprendentes mundos y civilizaciones. Precisamente, por esa elegancia inherente a su estilo que recuerda al gran Alex Raymond, tras el traumático cierre de E.C., Williamson trabajó como dibujante ayudante de otros en tiras de prensa creadas por Raymond como Rip Kirby” o “Flash Gordon” (y en 4 míticos números de la colección de cómic-book) hasta hacerse con el puesto de dibujante fíjo de “Agente Secreto X-9 donde permaneció durante trece años. Posteriormente, sería elegido por George Lucas para realizar los cómics de “La Guerra de las Galaxias”.

Desde mediados de los ochenta, Williamson se limitó a entintar el trabajo de otros en personajes señores de Marvel y DC, como Spiderman, Lobezno o Superman.

Williamson trabajó para la mayoría de las editoriales norteamericanas desde E.C. hasta Marvel o DC, pasando por Warren o King Features Syndicates, dejando impronta de su arte siendo coetáneo y amigo de autores como Franzetta o Krenkell.

D.E.P



“Ex Machina 8: Juego Sucio”, de Brian K. Vaughan y Tony Harris.

Cuando pensaba que en Norma habían olvidado que seguían publicando esta serie o habían decidido condenarla al limbo sin más explicación, me sorprendí el mes pasado con la aparición de un nuevo TPB que reúne los números 35 a 39 de la edición regular y un número especial de Halloween dibujado por el siempre interesante John Paul Leon.
Me acercaba a este tomo con bastante cau
tela ya que el anterior fue decepcionante y no sabía si las andanzas de Mitchell Hundred, un superhéroe que ha colgado las mallas para meterse a alcalde de Nueva York, irían a peor o la serie remontaría. Bueno, tras su lectura, se puede decir que aunque Vaughan da claros síntomas de agotamiento –probablemente la coincidencia con los guiones de “Perdidos” le empezaba a pasar facturas a esas alturas- la cosa remonta ligeramente y sabiamente el guionista empieza a plantar las semillas para darle una prometedora vuelta de tuerca a la serie que la saque de la monotonía y puede dar bastante juego.
En estos números que aparecen en este arco, nos encontramos con un Hundred al que se le aparecen fantasmas de antiguos esclavos, una “”sui generis” supervillana, Problema, obsesionada con La Gran Máquina, el alter ego del Alcalde, que amenaza con arruinar la convención del Partido Republicano a celebrar en Nueva York y un nuevo episodio en el que el alcalde recuerda los hechos que le motivaron a convertirse en superhéroe cierta noche de Halloween en que se vio envuelto en un atraco. Todo muy variado.

Lo primero de todo, Brian K. Vaughan es un guionista al que hay que pedirle más porque en series como "Y, el último hombre" ya demostró que no le falta talento pero al que en "Ex Machina" se nota desde hace varios números que en esta serie trabaja con el piloto automático puesto lo que es evidente para cualquiera que siga la trayectoria de una serie que es la más ambiciosa que ha afrontado hasta el momento. Sí, en este arco argumental hay buenos momentos puntuales, brillantes diálogos y personajes complejos y bien construidos (los habituales de la serie porque los que aparecen por vez primera resultan bastante tontos), sin embargo, Vaughan lleva demasiado tiempo repitiendo de manera maquinal la misma fórmula los arcos de varios de números con lo que la serie se ha vuelto predecible a pesar de lo interesante de las premisas iniciales. Esta fórmula magistral, con la que Vaughan está sacando adelante la colección vuelve a aparecer en el arco “Juego Sucio” (episodios 36 a 39) y se puede enunciar del siguiente modo: presentación de un personaje con matices superheroicos con ecos del pasado del protagonista + una problemática social o política del presente del protagonista que le quita el sueño al ilustrísimo + clímax ramplón entre ambas tramas que se cruzan = resolución decepcionante y a otra cosa mariposa. Es cierto que Vaughan anda sembrando para recoger en el futuro pero de momento, salvo curiosamente los números autoconclusivos que suelen estar bien resueltos, todo es bastante cansino y rutinario con resoluciones bastante pobres a historias que podrían dar más juego y sólo el hecho de que la periodicidad sea prácticamente de un tomo al año y lo inteligente de sus diálogos (un punto pedantes también hay que decirlo pero a mí me encantan) permite que continue comprando la serie.

En el apartado gráfico, más de lo mismo. Tony Harris, cuyo estilo es un híbrido a medio camino entre Steve Dillon y Bryan Hitch, se muestra tan cumplidor como siempre pero su dibujo impersonal y aburrido, se limita a cumplir y no saca todo el partido que podría a las situaciones ideadas por Vaughan, destacando sobre todo en la composición de algunas páginas que rompen la rutina habitual y resultan bastante chulas y en las portadas que aparecen reproducidas en el tomo. Me ha gustado más el número dibujado por el glacial John Paul Leon, que acierta a la hora de recrear una atmósfera oscura y opresiva con cierto aire a Mazzuchelli que contrasta con el supuestamente alegre día de Halloween.

En definitiva, que la octava entrega de “Ex Machina” mejora la anterior aunque no tanto como para animar a nadie a que busque los atrasados si no se sigue la serie desde el inicio. Si Vaughan es capaz en los próximos números de centrarse en su vertiente de guionista de cómics y olvidarse de las series de televisión la cosa puede volverse realmente interesante. Yo le doy un voto de confianza.