miércoles, 16 de mayo de 2012

“Los Melones de la Ira”, de Bastien Vivès.


 


Cuando uno se convierte en un autor de referencia y el francés Bastien Vivès ya debe ser considerado como tal, a pesar de su juventud, por su indiscutible talento, los elogios recibidos y los premios que lo respaldan, seguramente debe tener siempre presente eso que decía Oscar Wilde y Jorge Javier Vázquez llevó al extremo para mal de que más allá que se hable bien o se hable mal de uno al menos que no deje indiferente. Y es que la última obra de este autor, publicada en España por Diábolo Ediciones, “Los Melones de la ira” cumple con esa máxima y difícilmente, dejará a ningún lector indiferente, aunque no aclara demasiado sobre si la intención de Vivès era emular a Wilde o a Jorge Javier.

En la Francia rural, Magalie es una joven adolescente que sufre terribles dolores de espalda debido al tamaño desproporcionado de sus pechos. Sus confiados progenitores, agricultores temerosos de dios, dejan de buena fe que la niña sea sometida a exámenes por parte de médicos y políticos para su curación sin sospechar la naturaleza de las atenciones que en realidad estos la dispensan. Pero cuando Magalie explique a su padre los hechos este se tomará cumplida venganza.

Tras el aplauso generalizado alcanzado por “Polina”, Vivès se ha embarcado en una nueva obra de erotismo provocador y endeblez argumental que algunos han llegado a calificar de pornográfica. Yo no comparto el adjetivo porque en ningún caso a mí entender se puede a considerar que el objetivo del autor sea regodearse en la zafiedad ni abusar del cliché fácil, común e industrial asociados al calificativo. Más bien, creo que “Los Melones de la ira” es un paso adelante más en la carrera del autor. Un paso quizás demasiado corto teniendo en cuenta las zancadas anteriores y de discutible acierto, pero en todo caso valiente y coherente con la obra de un autor obsesionado con unas temáticas que están presentes de un modo u otro en sus obras: la exploración e iniciación sexual, la cohabitación entre la ingenuidad y la “perversión” y el aprendizaje. “Los melones de la ira” retoma todas esas obsesiones bajo un nuevo disfraz que Vivès no se ha preocupado demasiado o no ha sabido preparar y por ahí empieza a fallar el cómic, la fabulación inspirada grosso modo en el naturalismo francés.

Sí podríamos preguntarnos acerca de esa reiteración obsesiva y la necesidad de volver sobre esas temáticas sexuales del autor tras “Polina” una y otra vez, ya que más allá del virtuosismo gráfico demostrando como es capaz con una autoimpuesta limitación de recursos de reflejar las experiencias sexuales desde distintos planos “Los melones de la ira” es una obra de escasa relevancia. Podríamos preguntárnoslo, digo, pero como no soy el psicoanalista de Vivès creo que no lo voy a hacer.

Volviendo a “Los melones de la ira”, Vivès no está interesado en ir más allá en lo que se refiere al desarrollo y complejidad de la historia y los personajes, quedándose en unos burdos conceptos brutos que se reducen a un artificio para acercarse a lo que realmente parece preocupar y ocupar su interés, la traslación al papel y dibujo de la sexualidad en sus más amplias manifestaciones abordando todo tipo de variantes sexuales y sin obviar ninguno de sus tabúes ni sus implicaciones más truculentas incluido el incesto pero sin posicionarse él mismo más allá de su elaboración y olvidando o siendo incapaz de reflejar con claridad la moraleja de la fábula, con lo que al final “Los melones de la ira” deja la sensación de ser una obra inacabada, un esbozo de una idea que Vivès no ha ha sido capaz de transmitir claramente.
No me parece que “Los melones de la ira” sea una obra lograda sino más bien un ejercicio de estilo personal y críptico de un autor que en su ensimismamiento escamotea al lector el sentido final de una historia escasamente elaborada. Una pena porque creo que “Los melones de la ira” podría haber dado más de sí si Vivès se hubiera preocupado más de la historia y menos de dibujar tetas y pollas Quizás en la próxima.