

En este número, empezamos a conocer las consecuencias aparejadas de la resurrección de Steve Rogers. La más obvia que hay dos capitanes y eso dará mucho juego. Bru se las apaña muy bien para describir en este número tanto los temores de Steve confundido tras las últimas experiencias de “Resurrección” como las de Bucky respecto al nuevo rol que debe asumir, pero, además, Bru es capaz de mostrar todo esto añadiendo un enfrentamiento con Mr Hyde que se reduce a un par de páginas y que el guionista resuelve con un genial e irónico diálogo (“Mr. Hyde siempre tuvo la mandíbula de cristal…”) y, ofrecida la necesaria dosis de acción, centrarse en un diálogo coherente e inteligente entre los dos protagonistas a pesar que Butch Guice y Luke Ross se empeñen en intentar confundir al personal (si contrastas a dos tipos que llevan la misma máscara en un primer plano demasiadas veces a la larga parece que donde hay dos personajes sólo hay uno). Y, como colofón, del número tenemos el encuentro de Steve con Obama en el despacho oval firmando un documentito para ver si es posible que Bendis deje a Bru jugar con el Capi solo a sus anchas y desvinculándolo del tema este de “Asedio” que es el macroevento que toca este mes.

Dicho esto, el tebeo es un buen ejemplo de cómo empezar a retomar argumentos tras un punto de inflexión sin tomarle el pelo al lector tal y como se ha hecho toda la vida en los comic book de superhéroes sin renunciar por ello a un lenguaje actual y fresco. Por otro lado y a pesar de estar un poco aburrido de la moda actual de meter a Obama con calzador en todos los cómics de superhéroes a la búsqueda de reforzar un realismo innecesario (o congratularse con los jefes, vete tú a saber) me parece un buen recurso por parte de Brubaker para quitarse de en medio la necesidad de coordinarse con el resto de colecciones y poder llevar sus planes sin intromisiones externas.
Lo peor del cómic es el apartado gráfico con una versión del Capitán América demasiado estilizada que rechina un tanto, mostrándolo como un figurín excesivamente estilizado añadido con el aspecto avejentado de algunos personajes, Bucky y Sharon, que no se ajusta al treinteañero que se supone deben tener. Narrativamente tampoco es ninguna maravilla, como ya comento más arriba, pero como el trabajo está firmado al alimón por Ross y Guice uno no tiene muy claro que es responsabilidad de cada uno en un cómic en ese apartado perfectamente olvidable. Sólo la vuelta de un Brubaker inspirado hace que merezca la pena. Y es que le echábamos tanto de menos…