martes, 28 de agosto de 2007

Francisco Umbral (1935-2007)



Si ayer nos enterábamos de la muerte de Emma Penella, hoy nos hemos levantado con la de Paco Umbral, un escritor más familar para la mayoría por los exabruptos sin cortapisas y polémicas de su personaje que por sus calidades literarias.
Conocí al Umbral verdadero a través de la lectura de “Mortal y Rosa” hace ya muchos años. Una lectura conmovedora, alejada de la imagen polémica que transmitía a través de las pantallas, en la que el autor exorcizaba sus demonios tras la muerte de su hijo con la prosa más pura jamás escrita en los últimos cincuenta años y que mostraba una persona profundamente humana y sufriente. Me emocionó profundamente y, a partir de entonces, me convertí en “umbralista”, defensor ultranza de su obra y su verbo acerado frente aquéllos que no iban más allá de la anécdota para la mofa fácil. Me fascinaba pasear por las calles de su Madrid de posguerra tan cercano al mío e imaginar a sus personajes caminando a mi alrededor, tan próximos y lejanos al tiempo. “Las ninfas” fue pasado el tiempo una revelación, la sorpresa de que podía haberse escrito en España de una manera tan libre en unos tiempos en que la libertad era tan cara y que tan bien describe Rafael Marín en Crisei.
Tenemos que estar tristes porque se ha ido no sólo un gran escritor, sino también uno de los últimos (sino el último) bohemios que entendieron la literatura como un compromiso de por vida, más allá de los oropeles y los premios, un vividor sin pelos en la lengua ni más obligación hacia la vida que los dictados de su imaginación a su pluma.

D.E.P.

“Mátame” de David Lapham



Todo buen género se rige por unas normas rígidas, una serie de convenciones que el aficionado al mismo espera encontrar en todas sus obras, y que, en ocasiones, impide su evolución Esto es especialmente notorio en el llamado género Negro, donde quizás se hayan escrito y filmado algunas de las mejores obras del pasado siglo de la mano de los grandes autores que lo hicieron grande como Dashiel Hammett, en la literatura o Howard Hawks o Fritz Lang, por poner sólo los ejemplos más notorios, en el cine. Respecto al cómic, probablemente hasta la llegada de David Lapham y su “Balas Perdidas” no había existido un autor norteamericano dispuesto a renovar el género desde los ya míticos cómics de E.C. Cómics siendo al mismo tiempo fiel a las convenciones del mismo. Sin embargo, la obra que hoy nos ocupa,“Mátame” se puede entender dentro de la obra de Lapham como una obra de transición, un ejercicio de estilo en el que el autor no va más allá del homenaje a los clásicos y que encantará a los incondicionales del género negro pero que defraudará en parte las expectativas que despierta Lapham como renovador del mismo.
En “Mátame”, Lapham nos cuenta una historia típica y tópica de mujeres fatales y hombres débiles presas de sus encantos. La historia tiene un principio prometedor con la muerte de una rica heredera colgada de un ventilador de la que resulta principal sospechoso su marido Steven, un pianista débil y soñador que, a pesar de ser inocente, se considera culpable por omisión de la muerte de su mujer. Para intentar escapar de su sentimiento de culpa, Steven cae en los brazos de un antiguo amor de adolescencia, la sensual Tara, una mujer de turbio pasado que le conducirá a su perdición.
Lapham es un hábil guionista y domina perfectamente la historia que cuenta realizando un tebeo agradable de leer pero que resulta excesivamente predecible en una historia que a la mitad ya se sabe cómo va a terminar. El homenaje a las películas de los años cuarenta y cincuenta es más que evidente con personajes y situaciones que por más manidos que estén siempre funcionan dentro de un engranaje bien engrasado aunque alguno personajes como Barbara resultan innecesarios en el desarrollo de la trama. Como dibujante, Lapham resulta más que aceptable para este tipo de historias resultando lo mejor del cómic las escenas de acción mudas, donde el peso de la narración cae en el dibujo y que el autor resuelve con mucha habilidad. Más discutible parece la elección de las grandes viñetas dobles del último capítulo en el que rompe la estética y el discurso narrativo de toda la historia para ensalzar la explicación de la muerte de y que, para mi gusto, chirría.
En definitiva, “Mátame” es una obra entretenida dirigida a los incondicionales del género pero que no aporta nada novedoso al mismo y una buena oportunidad para conocer la obra de Lapham. Sin embargo, mi consejo es que si quieren conocer al mejor Lapham se dejen de pasos intermedios y ataquen directamente “Balas Perdidas” de la que próximamente escribiré por aquí.