Si se pasan por la web de la editorial verán que sus socios han colgado el cartel de “se vende”.
Esto, por mucho que se diga por ahí, no es ningún drama, más allá del fracaso personal que suponga para sus colaboradores y trabajadores con los que me solidarizo y cuentan con toda mi simpatía porque renunciar a un proyecto en el que se supone se ha invertido dinero e ilusión siempre es un mal trago. Sin embargo, más allá del supuesto romanticismo con que se quiere imbuir toda aventura editorial y que yo no veo por ningún lado, esta puesta en venta para mí no es más que el indicio más claro de que las vacas gordas de los últimos años se han acabado y se avecinan tiempos duros para las editoriales pequeñas que se hayan metido a la aventura aprovechando la coyuntura favorable.
El mercado editorial va a entrar en crisis, si no ha entrado ya, y no hay que ser muy listo para advertir los síntomas. Si suben los intereses, suben las hipotecas y los créditos, baja el poder adquisitivo de los consumidores y sube la inflación (¡subo el precio del tebeo para mantener mi margen de beneficio o hacer frente a la subida de mis costes!), con lo que la gente consume menos (¡No me llega para comprar los tebeos que quiero!) con lo que a los dueños de la editorial, salvo que esté saneada o pertenezca a un grupo, para capear el temporal sólo les quedará la opción de ponerla en venta antes que la cosa se ponga realmente cruda. Supongo que el caso Icelands será algo así.
¿Debemos preocuparnos los aficionados de a pie? Creo que no, (salvo que sólo compren cómics Icelands, claro). El mercado comiquero, a nivel editorial, ha crecido en los últimos años y ahora hay más editoriales dedicadas al cómic que nunca (sólo hace un par de semanas se anunciaba una nueva, Viaje a Bizancio, a la que también deseo suerte), lo que no deja de ser una garantía para que el lector pueda seguir disfrutando de publicaciones regulares (aunque se reduzca la oferta) y –esperemos – para los autores tengan oportunidades de trabajo, aunque, me temo, que los más jóvenes continuarán teniéndolo crudo para poder publicar en condiciones.
El momento de comprobar si todas las buenas expectativas de estos años se quedan en nada o realmente el nuevo mercado es suficientemente maduro como para aguantar la crisis está llegando. Será interesante presenciarlo.
Esto, por mucho que se diga por ahí, no es ningún drama, más allá del fracaso personal que suponga para sus colaboradores y trabajadores con los que me solidarizo y cuentan con toda mi simpatía porque renunciar a un proyecto en el que se supone se ha invertido dinero e ilusión siempre es un mal trago. Sin embargo, más allá del supuesto romanticismo con que se quiere imbuir toda aventura editorial y que yo no veo por ningún lado, esta puesta en venta para mí no es más que el indicio más claro de que las vacas gordas de los últimos años se han acabado y se avecinan tiempos duros para las editoriales pequeñas que se hayan metido a la aventura aprovechando la coyuntura favorable.
El mercado editorial va a entrar en crisis, si no ha entrado ya, y no hay que ser muy listo para advertir los síntomas. Si suben los intereses, suben las hipotecas y los créditos, baja el poder adquisitivo de los consumidores y sube la inflación (¡subo el precio del tebeo para mantener mi margen de beneficio o hacer frente a la subida de mis costes!), con lo que la gente consume menos (¡No me llega para comprar los tebeos que quiero!) con lo que a los dueños de la editorial, salvo que esté saneada o pertenezca a un grupo, para capear el temporal sólo les quedará la opción de ponerla en venta antes que la cosa se ponga realmente cruda. Supongo que el caso Icelands será algo así.
¿Debemos preocuparnos los aficionados de a pie? Creo que no, (salvo que sólo compren cómics Icelands, claro). El mercado comiquero, a nivel editorial, ha crecido en los últimos años y ahora hay más editoriales dedicadas al cómic que nunca (sólo hace un par de semanas se anunciaba una nueva, Viaje a Bizancio, a la que también deseo suerte), lo que no deja de ser una garantía para que el lector pueda seguir disfrutando de publicaciones regulares (aunque se reduzca la oferta) y –esperemos – para los autores tengan oportunidades de trabajo, aunque, me temo, que los más jóvenes continuarán teniéndolo crudo para poder publicar en condiciones.
El momento de comprobar si todas las buenas expectativas de estos años se quedan en nada o realmente el nuevo mercado es suficientemente maduro como para aguantar la crisis está llegando. Será interesante presenciarlo.
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