Tras haber leído la primera
entrega del “Conan, El Bárbaro” de Brian Wood, publicado por Planeta y de la que
ya comenté algo por aquí, esperaba con cierta expectación esta segunda, pero tras
la lectura de este volumen, que incorpora dos historias de producción
propia, “Border Fury” y “The Death” desarrolladas a lo largo de los números siete a doce de la serie
regular de Dark Horse he de decir que me he llevado una decepción bastante grande
pues a Wood parece haberle dado un ataque de divismo y cae en el que para mí es el
peor de los errores posibles - y en el que no cayeron sus predecesores, Busiek ni Truman- al querer enmendarle la plana al mismísimo Robert E.
Howard con una versión de Conan excesivamente contemporánea y excesivamente alejada de la
esencia icónica del personaje.
En la primera de estas
historias, “Border Fury” Bélit y Conan dejan el Tigresa y la placentera vida
como piratas que llevan en los mares de la Costa Negra para presentarse en la
alejada y agreste Cimmeria natal de Conan donde este ha de vérselas con un
suplantador de su identidad que está sembrando el terror en los poblados
cimmerios. En la segunda historia, “The Death”, al hacerse con un barco a la
deriva, una enfermedad mortal se propaga por el Tigresa afectando a todos los
piratas menos a Conan incluida Belit Un
desesperado Conan desembarca en Bahal, una ciudad de Shem, para intentar
encontrar una cura aun cuando ello suponga tener que enfrentarse a todos sus
habitantes.
Wood siempre se ha mostrado
como un autor arriesgado y si ya en las primeras aventuras que ideó del personaje su
visión moderna de Conan y Bélit podía levantar las críticas de los más
furibundos defensores de la herencia de Howard y Thomas, mucho me temo que en
esta segunda entrega las críticas van a
ser unánimes al subvertir completamente a los personajes originales para
ofrecer una serie de historias que partiendo de tramas simples con cierto
componente de acción suponen nuevas pruebas para su historia de amor y en cierta forma le
permiten ahondar y explorar esa relación.
De este modo, contra todo el canon howardiano, Wood monta una poco convincente
incursión de los personajes en Cimmeria para mostrar la capacidad de sacrificio
de la pirata a la hora de seguir a su hombre en un terreno terriblemente hostil
para ella mientras que la segunda historia más cercana a los referentes
habituales de la relación Conan/Belit es a Conan a quién tiene a prueba al tener
que decidir si abandona a Belit y sus compañeros a una muerte segura por la
enfermedad o se mantiene fiel a ellos.
El defecto que yo veo que
hace rechinar ambas historias es que para presentar esos problemas complejos
Wood no tiene en cuenta para nada ni la esencia de los personajes ni su
contextualización dentro del universo de espada y fantasia howardiano con lo
que la decisión de sus reacciones y su presentación resulta poco creíble e
ilógica. A ello poco ayuda, en esta ocasión, el redundante sobretexto con el
que Wood pretende aclarar esas reacciones de los personajes – a mí me da la
sensación que quiere imitar malamente a Roy Thomas- lastrando en parte la
efectividad minimalista del buen hacer gráfico de Becky Cloonan, Vasilis Lolos y Declan Shalvey, soberbiamente
coloreados por Dave Stewart. También resultan especialmente destacables las bellas
portadas de Massimo Carnevale.
La versión deconstruida, excesivamente realista y
antiépica, del Conan de Wood en esta ocasión nos ha dado la de arena centrada en
desarrollar de una manera obsesiva la historia de amor de los protagonistas aunque ello suponga ir contra las mismas personalidades de los personajes.
Una visión a ras y contracorriente, que rechaza las convenciones propias del
género en que se han desarrollado estos personajes desde su gestación y que
precisamente por ello fracasará ante los aficionados a ultranza de las
aventuras del bárbaro que encontrarán algo muy alejado de lo que esperaban o
están acostumbrados. Esperemos que en las próximas entregas, Wood vuelva a
cogerle el aire al personaje y lo reconduzca a unos parámetros más reconocibles.