
Tras ver la adaptación que los Coen hicieron de esta novela me quedé con muchas ganas de leerla. Tenía curiosidad por ver hasta que punto los celebres hermanos eran fieles al texto original y donde empezaba su personal visión, qué habían añadido, qué transformado y qué suprimido. Pues bien, tras su lectura, he de decir en honor de la verdad que la película es una de las adaptaciones más fieles que he visto de un libro pero, sin quitar mérito a los hermanos, McCarthy se lo ha puesto muy fácil con una novela mayúscula, de lo mejorcito que he leído en mucho tiempo y destinada a convertirse en un libro de referencia en su género, tan necesitado de nuevos títulos que de vez en cuando recuerden al gran público su grandeza. McCarthy a través de frases cortas, secas y sencillas como la desértica frontera en la que se desarrolla la trama de la historia construye un relato noir crepuscular y violento plagado de personajes formidables y en el que medita en apenas algo más de doscientas páginas sobre la América más puramente anglosajona, sus mitologías y sus tradiciones al tiempo que relata la historia de un hombre de a pie –un vaquero solitario- enfrentado a un dilema en el que pone en juego su moralidad y su vida.
El protagonista de la historia, Moss, un veterano de Vietnam se encuentra en medio del desierto un día que sale de caza con el resultado de una operación de droga que salió mal. Entre los cadáveres, descubre una bolsa en la que se guarda una cantidad de dinero que le puede arreglar la vida a él y a su mujer. Moss decide quedarse con el dinero con lo que se inicia una implacable persecución en la que se convierte en presa no sólo de los traficantes dispuestos a recuperar su dinero sino de un despiadado, implacable y cruel asesino, Anton Chigurh, que siembra la muerte allá por donde pasa, y un paso siempre por detrás de las matanzas de este, del viejo sheriff Bell quien intenta salvar a Moss mientras siente cómo el mundo que conoce se va desmoronando.
A partir de la sobria construcción de estos tres enormes personajes, antagónicos y complementarios, McCarthy construye una soberbia y pesimista meditación sobre el hombre contemporáneo, en este caso encarnado por Moss. De su capacidad para equivocarse, de sus vanas y materialistas ilusiones y su tendencia hacia el mal frente al destino implacable y mortal que le acaba alcanzando. Chigurh, el psicópata sociopata representa al mal y la muerte al tiempo que se mueve por un código ético personal, ajeno a las convenciones morales de una manera exacta, caótica y anticuada que el escritor parece admirar y el honrado y desmoralizado sheriff Bell echa a faltar cuando las normas y valores que ha defendido durante toda una vida dedicada a defender “la ley y el orden” están en crisis. Cada capítulo del libro se inicia con la reflexión desencantada e introspectiva del sheriff Bell que sirve de contrapunto a la narración de los hechos que provocaron su abandono del servicio.
La novela escrita en el envolvente y lacónico estilo de McCarthy es altamente adictiva y uno no puede soltarla hasta la última página. McCarthy lleva su particular y desencantada visión del mundo que nos rodea al género negro y el resultado es una novela que no está a la zaga de las más grandes del género con un resultado incluso superior a su última obra, “La Carretera”, mostrando a un McCarthy que ha alcanzado una madurez y dominio del medio envidiables. Si aún no han leído nada de este autor no sé a que están esperando…
Aquí pueden leer sobre otras obras de
Cormac McCarthy en
El lector impaciente y
aquí lo que escribí en su momento sobre la adaptación al cine de los
Coen de "
No es país para viejos".