Entre los muchos títulos
clásicos de la BD olvidados
por los editores españoles ocupa un lugar importante en el recuerdo de los
aficionados más veteranos este Western atípico y crepuscular en el que todo un
clásico como Derib plasmó la vida de los tramperos y los indios norteamericano con
un tratamiento reivindicativo moderno en el momento de su publicación al inicio
de los setenta por Lombard, alejado del planteamiento clásico hasta entonces
que presentaba a los pieles rojas como los villanos a batir por el vaquero de
turno.
Y digo que es una serie
bastante recordada porque por aquella época tuvo un seguimiento bastante continuado
por la chavalería de la época gracias a la publicación de los primeros ocho
álbumes – de los veinte que finalmente la componen- en las revistas de Bruguera
al igual que pasó con otros westers clásicos como “Blueberry” o “Comanche” que,
por fortuna, han sido ya recuperados por las editoriales españolas.
“Buddy Longway” cuenta
inicialmente la historia del personaje que da título a la serie, Buddy Longway,
un intrépido trampero solitario que sobrevive en contacto directo con la
naturaleza en las agrestes e inhóspitas Black Hills. Allí conocera a Chinook,
una india sioux con la que se casa
y tiene dos hijos, Jeremy y Kathleen,
deviniendo a partir de ese momento la serie en una saga familiar en la que
prima el respeto a la cultura de los indios y el amor a la naturaleza y los
espacios libres frente a la presencia invasora de los ambiciosos rostros
pálidos.
El suizo Derib, un clásico
de la BD con obras cómicas y humorísticas planteadas quizás para un lector más
infantil en series como “Yakari” o “Attila”, toma como principal referencia
para su gran serie dramática la magnífica película de Sydney Pollack, “Las
Aventuras de Jeremiah Jonson” para desarrollar
un proyecto que extiende su historia mucho más allá de lo que la película
permitiría.
De este modo, a lo largo de las distintas
aventuras que componen la serie, vamos asistiendo a los distintos capítulos de
la vida del protagonista y la evolución física y personal de los principales personajes
convirtiendo además la serie en un entretenido y reivindicativo documento sobre la historia de la nación sioux tras su
contacto con el hombre blanco, reflejando su historia y costumbres y el choque
cultural entre ambas en la estela que posteriormente seguiría otra magnífica
película como es “Bailando con Lobos”.
Derib se preocupó más allá
de la imprescindible trama aventurera especialmente de documentarse en la cultura
sioux para reproducir sus costumbres en
la serie convirtiendo al observador y sensible Buddy en un testigo directo de
su desintegración al tiempo que en un abnegado hombre de familia, un antihéroe
familiar equiparable al “Thorgal” de Van Hamme y Rosinski.
En el aspecto gráfico,
conforme la serie avanza, también lo hace el estilo de Derib un brillante
dibujante capaz de adaptar su estilo según las circunstancias de la serie. De
este modo, si en un principio su dibujo es más caricaturesco en la estela de
los Franquin con el transcurso de los
álbumes va ganando en realismo bajo la influencia inevitable de un Giraud que
establecia el canon sobre cómo dibujar westerns serios por aquella época.
La serie completa de “Buddy Longway” fue recopilada completa en Francia en cinco
integrales que reúnen cuatro álbumes cada uno hace tiempo, por lo que no sería descabellado que
algún editor hispano se acordara de su existencia y haciéndole justicia publicara esta
estupenda serie. Desde luego, cuenta con mi voto.