Hay novelas que aparecen en medio del bullicioso mercado literario español, fagocitador incansable de novedades, sin hacer apenas ruido. Sus autores, faltos quizás del carisma mediático de otros, no despiertan el interés de unos medios que promocionan los libros como si de películas o videojuegos se tratasen. Son libros que de a poquitos van ganando lectores gracias a la labor entusiasta de lectores ganados para su causa a través del boca a oreja contagiando así a nuevos adeptos e imbuyéndose, sin prisa pero sin pausa, de la patina de clásico. Con “
Los Príncipes Valientes”, la primera novela de
Javier Pérez Andujar, nos encontramos ante uno de estos casos y asistimos al nacimiento de una obra destinada a ser un clásico.
“Los Príncipes Valientes” nace de la evocación introspectiva de la infancia perdida del autor, de la infancia del que intuye que el mundo es ancho, grande y extraño e intenta entenderlo a través de su reducida percepción de niño que encuentra sus referencias en los tebeos, libros de aventuras y series de televisión, de niño pobre del círculo industrial de Barcelona, hijo de los que perdieron la Guerra y emigraron para vender lo único con lo que contaban, su trabajo. Pérez Andujar regresa a su infancia de lecturas de
Julio Verne y
Allan Poe, de tebeos de
Joyas Literarias y de vecinitas de las que enamorarse y a las que despreciar, de las amistades eternas de infancia que duran hasta el traslado del padre y navidades que marcan cambios de etapas. Y, al tiempo, “Los Príncipes Valientes”es retrato de toda una generación de españolitos que se reconocerán en los lugares comunes, los objetos y las palabras, alejada de la de sus padres por un abismo generacional mayor a ningún otro en la Historia del país. Yo no pertenezco a su generación sino a la siguiente, la de los hermanos pequeños de los Pérez Andujar que entrevieron en la cultura popular, antes de saber siquiera que había otra Cultura, un medio para conocer el mundo y en la literatura la argamasa que une la realidad y la ficción, la generación que en un contexto histórico más halagüeño, mamamos de los mismos libros, tebeos y series, recordándolos, al igual que nuestros mayores, con el mismo regusto nostálgico y melancólico que deja siempre la evocación de la primera vez.
“Los Príncipes Valientes” es una obra a disfrutar de a poquito, de hojear y releer en los momentos en que la nostalgia te puede y dejarse llevar a los viejos buenos tiempos, transportados de la prosa evocadora y envolvente de un autor que sabe dar con la palabra justa para conmover y hacerse entender al menos, por aquellos que nos encontramos en la misma onda. Quizás sea pronto para hacer comparaciones y ponerle a la altura de autores como
Marsé o
Sánchez Ferlosio pero ante “Los Príncipes Valientes” no nos encontramos ante una novela más. Y, si no, al tiempo.