Ya imagino que andará todo el mundo al tanto de la polémica que se ha suscitado de nuevo en torno a la nueva línea de miniseries que desde DC han anunciado sobre el universo y personajes relacionados con el "Watchmen", de Alan Moore y David Gibbons, realizadas por lo más granado de los autores que tiene la editorial actualmente en nómina.
Moore, como era previsible, se ha cabreado, como ya le pasó cuando anunciaron el estreno de la adaptación cinematográfica de Snyder, y buena parte de los aficionados y blogueros se han puesto en seguida de su parte, declarando la maniobra de DC malvada, ladina y pérfida, la obra de Moore sagrada y ellos fieles que no van a pecar y se mantendrán puros e incólumes sin leer ni comprar los tebeos de marras.
Vaya por delante que yo entiendo la pataleta de Moore y simpatizo con la causa, pero me temo que esta vez se equivoca y poco puede hacer teniendo en cuenta que los derechos de los personajes pertenecen a DC, que los adquirió de la antigua Charlton y pueden hacer con ellos lo que quieran. De hecho, lo raro es que durante 25 años hayan respetado sus deseos y no haya sido hasta ahora, un cuarto de siglo después de la aparición de la obra -¡¡ pero solo un par de la peli de Snyder, eh!! – hayan decidido explotarla (y es que “Watchmen” de Moore y Gibbons es la releche, pero se necesitan argumentos para la segunda peli y tienen que otear el mercado para ver qué gusta y qué no entre la muchachada…) poniendo toda su maquinaria en marcha.
Cada vez estoy más convencido que las grandes obras –e incluso las pequeñas- desde que se hacen públicas y pasan al acceso de cualquiera están expuestas no solo al disfrute de los lectores y el elogio de los autores sino también a su reinterpretación, adaptación a otros medios y exploración de los mundos que crean por otros (Pasó hasta con el Quijote o la Biblia que tuvieron y tienen unas cuantas versiones apócrifas…). La mayor parte de las veces estos trabajos serán mediocres, sobre todo en un medio tan enfocado al negocio como es el cómic industrial actual en el que la calidad artística y la originalidad son valores secundarios. Pero, sin embargo, también en ocasiones estas obras de aluvión han proporcionado - y lo seguirán haciendo- historias interesantes e incluso superiores a los originales de los que partieron como el mismo “Watchmen”, de Moore y Gibbons prueba. Por todo esto, yo no voy a hacerle ascos a esta nueva línea de cómics sin haberla catado, aun sabiendo que tendrán el listón muy alto, ni demonizaré a sus autores simplemente por haber decidido aceptar el encargo, tal y como hizo el ahora divino y picajoso Moore hace tantos años. Y es que hay que tener claro que los manzanos no pueden dar peras ni los cerdos volar.“Watchmen” de Moore y Gibbons es una obra maestra del cómic y del género supeheroico y seguirá siéndolo dentro de veinticinco años entre los aficionados al cómic -me temo que al resto del mundo está polémica y el pataleo de Moore no le importará un pimiento, mientras que a DC le encantará porque no deja de ser publicidad gratuita- y el que los tebeos estos de “Before Watchmen” no le lleguen a la altura del betún o se conviertan en la nueva revolución del género de la que se nutrirá otros 25 años no afectará ni un ápice a esa consideración entre los aficionados que la hayan leído. Moore, como artista, debería estar tranquilo. Lo demás, es solo dinero y eso poco importa.