viernes, 5 de abril de 2013

“Ardalén”, de Miguelanxo Prado.




Lo cierto es que hay autores que son toda una garantía y casi nunca fallan por más que se hagan esperar. Uno de estos es el polifacético gallego Miguelanxo Prado, quién tras bastante tiempo alejado de los cómics para ocuparse de otros menesteres, ha regresado con energías renovadas con  “Ardalén”, su última obra publicada por Norma Editorial,  logrando uno de esos tebeos especiales que ensalzan artísticamente un medio generalmente  tan poco valorado.

Ardalén” cuenta la historia de Sabela, una mujer de mediana edad que, investigando su pasado para escapar de sus propios fantasmas personales, llega a una aislada aldea gallega para recabar información en torno a un abuelo desaparecido en la emigración a Cuba a finales de los años treinta al que no llegó a conocer, Allí entablará amistad con Fidel, un aislado anciano senil que vive sumido en la confusión de sus recuerdos reales e imaginarios lo que acabará despertando el recelo de los vecinos.



 Miguelanxo Prado construye una maravillosa historia en torno a las paradojas entre lo real y lo irreal que desde "Trazo de Tiza" han marcado su obra y que evoca directamente las formas y maneras del realismo mágico de autores como Sepúlveda o García Márquez, los recursos visuales de películas como “Una mente maravillosa” o la dignificación de la senilidad y la locura de otros cómics como “Arrugas”, de Paco Roca.



Prado toma todos esos elementos para impregnarlos de su particular sensibilidad y poesía y localizar la historia en la mágica Galicia profunda tan cercana a él  desplegando con maestría ante el lector en ese marco evocador de colinas verdes y mares imaginados las historias cruzadas de personajes reales y recordados que confluyen en la mente desordenada del confuso Fidel al que nos presenta humanizado y cercano.


A partir de ese personaje central, Prado desarrolla una historia absorbente en torno a la vulnerabilidad del ser humano y lo diáfano de los límites entre la realidad y la fantasía, entre lo recordado y lo imaginado, dosificando perfectamente los descubrimientos en torno a qué es real y qué imaginado en la historia para que el lector quede atrapado como el resto de los personajes entre los dos diversos planos  en los que se desarrolla la obra que acaban confluyendo sin separación en un todo uniforme y coherente.

Prado le da una textura onírica e irreal a “Ardalén” mediante el minucioso y artesanal acabado pictórico con un completo dominio de la aguada y el color que convierten cada página, cada viñeta, en un pequeño cuadro con el que deleitarse. Sin embargo, por suerte, ”Ardalén” es cómic y de los buenos con lo que toda ese virtuosismo gráfico confluye en una narración compleja, poética y minuciosa a la que complementa como un recurso más introduciendo en la narración reportajes, fotos, cartas, sentencias, etc, que lejos de crear confusión complementan la historia, logrando un perfecto equilibrio entre unos y otros.



“Ardalén” es un cómic imprescindible que a más de uno permitirá reconciliarse con un medio capaz de seguir ofreciendo obras poéticas, conmovedoras y mágicas siempre que autores de la sensibilidad y dominio de Prado sigan apostando por él mismo. Que nos dure muchos años.