Una de las novelas que me ha acompañado estos días de playa ha sido “Los Viajes de Tuf”, del cada vez más afamado George R.R. Martin, obra en la que Martin se aleja de la Fantasía realista en la que ha encontrado acomodo y se inscribe en su primer amor literario, la Ciencia Ficción pura y dura. Apesar de ciertas limitaciones y su grosor se trata de una lectura ligerita ideal para bajarse a la playa.
Casi sin quererlo, Haviland Tuf, un solitario, orondo y flemático comerciante galáctico, amante de los gatos y la cerveza, descubre El Arca, la última nave existente de su tipo ideada por el antiguo Cuerpo de Ingeniería Ecológica como el arma definitiva. Convertido en amo y señor de la nave, Tuf decidirá cambiar de profesión y convertirse en un nuevo ingeniero ecológico y viajar de por distintos planetas donde se han impuesto civilizaciones terrestres para ofrecer sus servicios profesionales. Claro que ni él ni nadie será capaz de imaginar los problemas que la posesión de El Arca y esa decisión le ocasionarán.
Inicialmente, “Los Viajes de Tuf” en realidad no era una novela unitaria sino que Martin aprovechó algunos relatos y una novela corta publicados previamente en revistas y compilaciones que contaban con el mismo protagonista, Haviland Tuf, añadiendo algún relato más para darle su forma definitiva y ofrecer finalmente la obra como un todo unitario. Martin juega con oficio con la estructura de la obra para ir alternar y ampliar la base original para dotar de cierta continuidad a la narración y al desarrollo del personaje protagonista y aunque no acabe de salvar del todo los zurcidos la cosa finalmente le queda bastante apañada, ofreciendo una más que correcta novela de género en la que rastreando a través de la cronología de sus distintas partes puede apreciarse como Martin fue ganando seguridad en su oficio de escritor. En esta obra, plagada de ideas interesantes y en la que Martin coquetea abiertamente en torno al concepto de divinidad no se pueden obviar ciertas influencias de grandes como Asimov, Dyck o Herbert, tamizando Martin buena parte del trasfondo y profundidad de esos autores para ofrecer similares planteamientos de un modo más ligero y accesible para cualquier lector.
En definitiva, “Los Viajes de Tuf” no es quizás la mejor obra de George R.R. Martin pero sí que resulta una novela correcta y entretenida que muestra el desarrollo de uno de los autores que más podrían haber aportado a la maltrecha Ciencia Ficción si no hubiera abandonado este género en búsqueda de otros pastos más verdes.
Casi sin quererlo, Haviland Tuf, un solitario, orondo y flemático comerciante galáctico, amante de los gatos y la cerveza, descubre El Arca, la última nave existente de su tipo ideada por el antiguo Cuerpo de Ingeniería Ecológica como el arma definitiva. Convertido en amo y señor de la nave, Tuf decidirá cambiar de profesión y convertirse en un nuevo ingeniero ecológico y viajar de por distintos planetas donde se han impuesto civilizaciones terrestres para ofrecer sus servicios profesionales. Claro que ni él ni nadie será capaz de imaginar los problemas que la posesión de El Arca y esa decisión le ocasionarán.
Inicialmente, “Los Viajes de Tuf” en realidad no era una novela unitaria sino que Martin aprovechó algunos relatos y una novela corta publicados previamente en revistas y compilaciones que contaban con el mismo protagonista, Haviland Tuf, añadiendo algún relato más para darle su forma definitiva y ofrecer finalmente la obra como un todo unitario. Martin juega con oficio con la estructura de la obra para ir alternar y ampliar la base original para dotar de cierta continuidad a la narración y al desarrollo del personaje protagonista y aunque no acabe de salvar del todo los zurcidos la cosa finalmente le queda bastante apañada, ofreciendo una más que correcta novela de género en la que rastreando a través de la cronología de sus distintas partes puede apreciarse como Martin fue ganando seguridad en su oficio de escritor. En esta obra, plagada de ideas interesantes y en la que Martin coquetea abiertamente en torno al concepto de divinidad no se pueden obviar ciertas influencias de grandes como Asimov, Dyck o Herbert, tamizando Martin buena parte del trasfondo y profundidad de esos autores para ofrecer similares planteamientos de un modo más ligero y accesible para cualquier lector.
En definitiva, “Los Viajes de Tuf” no es quizás la mejor obra de George R.R. Martin pero sí que resulta una novela correcta y entretenida que muestra el desarrollo de uno de los autores que más podrían haber aportado a la maltrecha Ciencia Ficción si no hubiera abandonado este género en búsqueda de otros pastos más verdes.