La literatura y el cine generalmente han ofrecido una imagen del espionaje sofisticada y seductora, agentes con extraordinarias habilidades capaces de salir airosos de las situaciones más comprometidas sin apenas despeinarse. Una visión, por otro lado, que seguramente poco o nada tenga que ver con la realidad de un mundo necesariamente furtivo y anónimo en el que el secretismo y la constante sensación de peligro deben ser moneda común, alejado del atractivo glamour predominante en el género. Quizás sea esa la causa que haya tenido que surgir en un medio todavía minoritario como es el cómic una obra minoritaria como “Super Spy” de un autor poco conocido como Matt Kindt para poner en entredicho y desmontar esa corriente mayoritaria del espionaje utilizando magistralmente para ello los recursos propios del medio en el que se maneja. Les cuento.
Kindt construye una obra coral ambientada durante la II Guerra Mundial recreando el día a día, en los distintos capítulos que conforman la obra, de distintos espías que desarrollan sus misiones y sobreviven de incógnito en Francia, Alemania o España. Personajes furtivos cada uno protagonista de su propia historia cuyos destinos se entrecruzan en una red de soledades y ambigüedades de la que todos están prisioneros. Kindt utiliza las convenciones típicas del género que suelen ser los motores de las historias de espionaje –las misiones, los códigos….- como meras excusas para introducirnos en la psicología de unos personajes en perpetuo peligro, huidizos y asustados en un planteamiento que humaniza la figura del espía.
En “Super Spy”, Matt Kindt consigue algo bastante complicado, dar con un planteamiento realmente original en un género tan manido como el de espías, logrando a través de los recursos propios del cómic, mantener al lector en un estado de perpetua alerta e incomodidad respecto a la experiencia lectora, logrando transmitir la tensión que debía vivir un espía tras las líneas enemigas durante la II Guerra Mundial e intentando implicar al lector en la historia como un espía más. Kindtt consigue plenamente su objetivo mediante un estilo de dibujo minimalista y elegante, medidamente ambiguo, y una narración arriesgada que rompe con el habitual orden lineal para permitir la lectura de la obra en cualquier orden transponiendo hábilmente al cómic los hallazgos literarios de Cortázar en “Rayuela”, aunque, al igual que en el caso de Cortázar, exista un orden de lectura sugerido por el autor. De este modo, “Super Spy” es una obra que gana en lecturas e interpretaciones quedando al albur de cada lector descubrir la profundidad introspectiva con la que el autor retrata y esboza a los distintos personajes en su aislamiento o quedarse en la mera lectura superficial de la obra más cercana a las convenciones del género.
En definitiva, “Super Spy” es una obra arriesgada y original como pocas, un “cómic total” que aúna las tendencias más modernas y experimentales del cómic moderno con el clasicismo de un genero que pocas veces decepciona, convirtiendo a Matt Kindt en un autor a seguir en la línea de los Ware, Blutch o Thompson. Yo que ustedes no me la perdería.
Kindt construye una obra coral ambientada durante la II Guerra Mundial recreando el día a día, en los distintos capítulos que conforman la obra, de distintos espías que desarrollan sus misiones y sobreviven de incógnito en Francia, Alemania o España. Personajes furtivos cada uno protagonista de su propia historia cuyos destinos se entrecruzan en una red de soledades y ambigüedades de la que todos están prisioneros. Kindt utiliza las convenciones típicas del género que suelen ser los motores de las historias de espionaje –las misiones, los códigos….- como meras excusas para introducirnos en la psicología de unos personajes en perpetuo peligro, huidizos y asustados en un planteamiento que humaniza la figura del espía.
En “Super Spy”, Matt Kindt consigue algo bastante complicado, dar con un planteamiento realmente original en un género tan manido como el de espías, logrando a través de los recursos propios del cómic, mantener al lector en un estado de perpetua alerta e incomodidad respecto a la experiencia lectora, logrando transmitir la tensión que debía vivir un espía tras las líneas enemigas durante la II Guerra Mundial e intentando implicar al lector en la historia como un espía más. Kindtt consigue plenamente su objetivo mediante un estilo de dibujo minimalista y elegante, medidamente ambiguo, y una narración arriesgada que rompe con el habitual orden lineal para permitir la lectura de la obra en cualquier orden transponiendo hábilmente al cómic los hallazgos literarios de Cortázar en “Rayuela”, aunque, al igual que en el caso de Cortázar, exista un orden de lectura sugerido por el autor. De este modo, “Super Spy” es una obra que gana en lecturas e interpretaciones quedando al albur de cada lector descubrir la profundidad introspectiva con la que el autor retrata y esboza a los distintos personajes en su aislamiento o quedarse en la mera lectura superficial de la obra más cercana a las convenciones del género.
En definitiva, “Super Spy” es una obra arriesgada y original como pocas, un “cómic total” que aúna las tendencias más modernas y experimentales del cómic moderno con el clasicismo de un genero que pocas veces decepciona, convirtiendo a Matt Kindt en un autor a seguir en la línea de los Ware, Blutch o Thompson. Yo que ustedes no me la perdería.