Si ha habido un momento en España que su historieta ha dado obras abiertamente pulp, ese no ha sido otro que el período de posguerra en el que la historieta se convirtió en una de las pocas evasiones de una población que pocas satisfacciones más podía permitirse en un país que sufría grandes carencias como consecuencia de la Guerra Civil, el aislamiento internacional y la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, 1944 es un año crucial para la historieta con la aparición de dos personajes llamados a hacer macro y micro historia dentro del panorama nacional. El primero de ellos fue el “Guerrero del Antifaz” de Manuel Gago, conocido por todos y sobre el que no me voy a extender porque aquí el que nos interesa es el segundo, un héroe pulp por antonomasia, el capitán Misterio.
Emilio Freixas, discípulo del pintor Emilio Casals , considerado por algunos como uno de los mejores dibujantes del siglo XX y de marcado estilo raymondiano, se había iniciado en el cómic en 1935 tras haberse hecho un nombre en el terreno de la ilustración. Junto al también dibujante Ángel Puigmiquel, Freixas creó al Capitán Misterio, un justiciero encapuchado y hercúleo torso desnudo cuya identidad nunca fue revelada a sus lectores y aparecía acompañado en sus aventuras por la consabida pareja de amigos –se repite en este caso la consabida triada tan habitual en los cómics españoles de la época- en la que el papel de fortachón es encarnado por el mulato Pancho y el de joven adolescente avispado por el rubio Balín, viviendo exóticas aventuras selváticas.
En principio, Freixas ideó el personaje para su propio proyecto editorial, la Editorial Mosquito, pero problemas de distribución dieron al traste con la empresa y la serie continuó en la revista “Chicos” para la que trabajaba Freixas, publicándose cuatro aventuras del personaje en total. A pesar de la aceptación alcanzada por el personaje (sus aventuras se llegaron a publicar en Argentina cambiándole el nombre al personaje por el de Capitán Esfinge), el abandono del cómic por parte de Freixas quién a partir de la década de los cuarenta se dedicó de nuevo a la ilustración y a la enseñanza del dibujo, volviendo al cómic sólo esporádicamente, le relegó al olvido privándonos del que otro modo probablemente hubiera ocupado posteriormente un lugar equiparable al de la obra de Gago, sino superior al ser Freixas un dibujante más dotado.
Emilio Freixas, discípulo del pintor Emilio Casals , considerado por algunos como uno de los mejores dibujantes del siglo XX y de marcado estilo raymondiano, se había iniciado en el cómic en 1935 tras haberse hecho un nombre en el terreno de la ilustración. Junto al también dibujante Ángel Puigmiquel, Freixas creó al Capitán Misterio, un justiciero encapuchado y hercúleo torso desnudo cuya identidad nunca fue revelada a sus lectores y aparecía acompañado en sus aventuras por la consabida pareja de amigos –se repite en este caso la consabida triada tan habitual en los cómics españoles de la época- en la que el papel de fortachón es encarnado por el mulato Pancho y el de joven adolescente avispado por el rubio Balín, viviendo exóticas aventuras selváticas.
En principio, Freixas ideó el personaje para su propio proyecto editorial, la Editorial Mosquito, pero problemas de distribución dieron al traste con la empresa y la serie continuó en la revista “Chicos” para la que trabajaba Freixas, publicándose cuatro aventuras del personaje en total. A pesar de la aceptación alcanzada por el personaje (sus aventuras se llegaron a publicar en Argentina cambiándole el nombre al personaje por el de Capitán Esfinge), el abandono del cómic por parte de Freixas quién a partir de la década de los cuarenta se dedicó de nuevo a la ilustración y a la enseñanza del dibujo, volviendo al cómic sólo esporádicamente, le relegó al olvido privándonos del que otro modo probablemente hubiera ocupado posteriormente un lugar equiparable al de la obra de Gago, sino superior al ser Freixas un dibujante más dotado.