En
su anterior entrega, “Batgirl” se quedó inmersa en uno de esos finales que dejan a los
seguidores de la serie con ganas de más y es en esta sexta entrega publicada por
ECC Ediciones, en la que se recoge el arco "Se Busca" aparecido en los número 23, 24 y 26 de la serie original (el 25
era una historia autoconclusiva ajena a la saga en cuestión que han publicado
en un tomo aparte) en el que la guionista Gail Simone pone el colofón al climax que ha ido
desarrollando en los últimos tiempos dando una lección imprescindible para quién quiera hacer carrera guionizando cómics de superhéroes sobre cómo remover todas las nociones prefijadas sobre un personaje para contar una historia y volver a dejarlo todo
igual.
Barbara
Gordon lo tiene chungo ya que su padre el Comisario Gordon ha jurado perseguir
a Batgirl su alter ego superheroico tras presenciar cómo mataba a sangre fría a
su hijo el psicópata Michael. Por si
fuera poco, a la atribulada Barbara se la lían más las cosas cuando su novio es
herido accidentalmente en una redada por papa Gordon y su vida pende de un hilo.
En medio de toda esa confusión, la nueva Knightfall piensa sacar partido enviando
a sus letales agraviados a eliminar al Comisario Gordon. Solo Babs será capaz
de pararlos, aunque el reencuentro con su padre puede suponer el fin de Batgirl.
Que
agradable resulta en estos tiempos que dejen a una guionista que sabe lo que se
hace tiempo para poder desarrollar sus argumentos y construir una historia, que
sin llegar a ser deslumbrante pone en un brete a la protagonista para satisfacción de los lectores. Gail Simone
casi desde los inicios de esta nueva etapa de “Batgirl” ha ido pacientemente construyendo las diversas circunstancias que confluyen en esta entrega para colocar a
las dos identidades de la protagonista en la peor situación posible, presa de
una encrucijada de la que le resultará imposible salir indemne. Quizás
precisamente ese sea el principal fallo que se le puede achacar a esta trama,
pues inexplicablemente Simone decide concluir la historia de la manera más
forzada posible, dejando las cosas tal y como estaban y amagando con unos cambios que quizás se antojaban excesivos para el editor de turno.
En
el aspecto gráfico, los españoles Fernando Pasarín y Daniel Sempere parecen
consolidarse y contar con cierta continuidad en estas últimas entregas de la
serie realizando un trabajo correcto y pulcro, que sin llegar a entusiasmar y
resultar especialmente espectacular articula perfectamente las ideas de la Simone.
Habrá
que ver que nuevas diabluras se le siguen ocurriendo en las próximas entregas a
la guionista para hacer la vida de nuestra querida Barbara Gordon un poco más
complicada sin que en el fondo realmente nada cambie. Y es que en el fondo en
eso consiste la esencia de este género.