Norma Editorial nos ofrece un nuevo trabajo de David B (“Los buscadores de tesoros”, “Babel”). uno de los más influyentes artistas del cómic francés que con su gran obra hasta el momento “La Ascensión del Gran Mal” alcanzó un amplio reconocimiento tanto por la crítica especializada como por el público.
En “La Lectura de las Ruinas“, David B. realiza un acercamiento al género bélico sin abandonar por ello los elementos característicos al resto de su obra, el gusto por el folklore y la importancia de lo onírico e irreal frente a la crudeza de la realidad. Y, aunque el resultado es una obra interesante no es comparable en ningún caso a “La Ascensión del Gran Mal”.
“La lectura de las ruinas” se ambienta en plena I Guerra Mundial cuando al espía holandés Van Meer el alto mando aliado le encarga una misión señuelo: dar con el paradero del ingeniero Hellequin, inventor de armas imposible quién ha desaparecido sin dejar rastro y poner tras su pista a los espías del Eje para desviar la atención de los verdaderos objetivos aliados. Van Meer, a lo largo del relato tendrá diversos encuentros con el extraño ingeniero que se materializará en los momentos más insospechados y al que salvará en más de una ocasión de caer en manos del sanguinario Brabant, un espía al servicio de los alemanes, y de Mina, su cautivadora hija. Hellequin preso de una extraña obsesión pretende desentrañar la clave de todas las guerras a través de la Lectura de las Ruinas, un secreto del que querrán beneficiarse tanto un bando como el otro por lo que perseguirán al ingeniero desde un bombardeado Londres hasta los campos de batalla de Yprés, donde se producirá el encuentro definitivo entre Hellequin y sus perseguidores.
Resulta fácil dejarse cautivar por la imaginación de David B. y su facilidad de pasar de lo onírico a lo real sin transición y con pasmosa naturalidad a través de un estilo de dibujo que se le puede considerar “naif” pero tremendamente eficaz. Sin embargo, en este álbum en concreto, tanto por su temática como por sus ilustraciones, resulta muy difícil ignorar la influencia de Jacques Tardi y el álbum por antonomasia sobre la I Guerra Mundial, el indispensable “La Guerra en las Trincheras”, autor que el mismo David B. reconoce como una de sus principales influencias.
“La lectura de las ruinas” aunque irreprochable desde el punto de vista gráfico con una dominio del color sugerente y cautivador que se convierte en manos de David B. en un elemento más de la narración a través del cuál epatar al lector, naufraga en el desarrollo de la trama y de los personajes resultándosete demasiado deslavazado e inconexo con un David B. que, en ocasiones, parece perder el rumbo de lo que nos quiere contar realmente: ¿Un acercamiento a los mitos que surgieron entre los soldados y criminales durante la I Guerra Mundial? ¿Un alegato antibelicista? ¿Un pastiche de espías? Pues un poco de todo hay en este álbum que David B. mezcla sin aparente concierto esperando quizás provocar un esfuerzo extra por parte del lector a la hora de decidir que le están contando realmente. En mi opinión, David B. cae en un abuso de la elipsis narrativa que si bien sirve para mostrar los horrores de la guerra a través de unas viñetas dotadas de una gran carga simbólica en contraposición a los cuadros de texto descriptivos con los que el autor describe y sitúa a los personajes en la acción, impiden que la trama desarrolle el ritmo que una obra de estas características exige.
Aunque “La lectura de las ruinas” es una obra irregular, su carácter de historia autonclusiva es una buena oportunidad para que aquellos que desconozcan el trabajo de este genial dibujante descubran su particular visión de la realidad y del mundo más preocupada en sugerir que en contar.
En “La Lectura de las Ruinas“, David B. realiza un acercamiento al género bélico sin abandonar por ello los elementos característicos al resto de su obra, el gusto por el folklore y la importancia de lo onírico e irreal frente a la crudeza de la realidad. Y, aunque el resultado es una obra interesante no es comparable en ningún caso a “La Ascensión del Gran Mal”.
“La lectura de las ruinas” se ambienta en plena I Guerra Mundial cuando al espía holandés Van Meer el alto mando aliado le encarga una misión señuelo: dar con el paradero del ingeniero Hellequin, inventor de armas imposible quién ha desaparecido sin dejar rastro y poner tras su pista a los espías del Eje para desviar la atención de los verdaderos objetivos aliados. Van Meer, a lo largo del relato tendrá diversos encuentros con el extraño ingeniero que se materializará en los momentos más insospechados y al que salvará en más de una ocasión de caer en manos del sanguinario Brabant, un espía al servicio de los alemanes, y de Mina, su cautivadora hija. Hellequin preso de una extraña obsesión pretende desentrañar la clave de todas las guerras a través de la Lectura de las Ruinas, un secreto del que querrán beneficiarse tanto un bando como el otro por lo que perseguirán al ingeniero desde un bombardeado Londres hasta los campos de batalla de Yprés, donde se producirá el encuentro definitivo entre Hellequin y sus perseguidores.
Resulta fácil dejarse cautivar por la imaginación de David B. y su facilidad de pasar de lo onírico a lo real sin transición y con pasmosa naturalidad a través de un estilo de dibujo que se le puede considerar “naif” pero tremendamente eficaz. Sin embargo, en este álbum en concreto, tanto por su temática como por sus ilustraciones, resulta muy difícil ignorar la influencia de Jacques Tardi y el álbum por antonomasia sobre la I Guerra Mundial, el indispensable “La Guerra en las Trincheras”, autor que el mismo David B. reconoce como una de sus principales influencias.
“La lectura de las ruinas” aunque irreprochable desde el punto de vista gráfico con una dominio del color sugerente y cautivador que se convierte en manos de David B. en un elemento más de la narración a través del cuál epatar al lector, naufraga en el desarrollo de la trama y de los personajes resultándosete demasiado deslavazado e inconexo con un David B. que, en ocasiones, parece perder el rumbo de lo que nos quiere contar realmente: ¿Un acercamiento a los mitos que surgieron entre los soldados y criminales durante la I Guerra Mundial? ¿Un alegato antibelicista? ¿Un pastiche de espías? Pues un poco de todo hay en este álbum que David B. mezcla sin aparente concierto esperando quizás provocar un esfuerzo extra por parte del lector a la hora de decidir que le están contando realmente. En mi opinión, David B. cae en un abuso de la elipsis narrativa que si bien sirve para mostrar los horrores de la guerra a través de unas viñetas dotadas de una gran carga simbólica en contraposición a los cuadros de texto descriptivos con los que el autor describe y sitúa a los personajes en la acción, impiden que la trama desarrolle el ritmo que una obra de estas características exige.
Aunque “La lectura de las ruinas” es una obra irregular, su carácter de historia autonclusiva es una buena oportunidad para que aquellos que desconozcan el trabajo de este genial dibujante descubran su particular visión de la realidad y del mundo más preocupada en sugerir que en contar.