Me resulta muy difícil expresar una opinión sobre el cine del director de origen indio M. Night Shyamalan sin caer en la contradicción. Por un lado, admiro su inquietud como guionista que busca no quedarse en las adocenadas y trilladas sendas del cine de género y, desde planteamiento sin complejos, intentar siempre ofrecer algo más, historias dramáticas con un componente universal y accesible para aquellos que nunca entraría a ver una película de gritos, admiro también su virtuosismo como director y su gusto por los recursos más clásicos de la intriga y el terror psicológico aprendidos, de grandes como Polanski o Hitchcock y que, lamentablemente, se están perdiendo en el cine actual por el exceso – y, en demasiadas ocasiones, abuso- de los efectos especiales. Pero, sin embargo, por otro lado, sus películas desde la excelente “El Sexto Sentido” y exceptuando esa joyita que es “Señales”, sus películas no dejan de provocarme nada más que tibieza donde debería haber entusiasmo lastradas sus estupendas proposiciones y guiones por una frialdad y perfeccionamiento tras la cámara que hace que las perciba más como fríos ejercicio de estilo para un espectador iniciado que como obras cuyo fin principal es entretener, lo que puede lllevar al bostezo si no se cuenta con la necesaria motivación.
“El incidente” sigue la misma estructura que las anteriores cintas de Shyamalan (especialmente con la que para mí es una de sus mejores cintas, “Señales”), aunque, en esta ocasión, da la sensación de estar mejor resuelta y conseguir mantener al espectador enganchado a la trama durante más tiempo a costa de limitar la importancia de la intrahistoria de los protagonistas frente a la trama principal de la película.
En la costa este de Estados Unidos, un mal viento sopla que inhibe algunas enzimas del cerebro y provoca oleadas de suicidios. Nadie conoce el origen de una amenaza que provoca el terror de la población que intenta desesperadamente huir de su epicentro antes de que los alcance. Entre los fugitivos, se encuentran Elliot Moore (Mark Wahlberg), profesor de ciencias de instituto, su mujer, la taciturna Alma (Zooy Deschanel), su colega Julian (John Leguizamo) y la hija de este. Alma y Elliot están sufriendo una crisis en su relación, pero eso no impide que se unan para intentar escapar de un mal invisible que cada vez ataca a grupos más pequeños y para el que aparentemente no hay tratamiento.
Shyamalan, partiendo de planteamientos del cine de catástrofes más clásico, explora en est cinta algunos de los miedos a los que se enfrenta el hombre occidental contemporáneo como la vulnerabilidad frente a supuestas amenazas terroristas que nos inculcan desde los medios de comunicación constantemente en este inicio de milenio a las consecuencias de la soledad y la incomunicación, personificados en la loca ermitaña que se encuentra los personajes en su huida. En esta ocasión, el director nos ahorra farragosos prólogos y en los primeros diez minutos de la película nos pone en situación mostrando las perturbadoras manifestaciones de la amenaza invisible que, por su verosimilitud y crudeza, asustan más que cualquier monstruito, y, a partir de la inercia de ese prometedor inicio, la cinta se deja ver mejor que otras, aprovechando la estructura de fuga que dota a la película de una velocidad más a la que el cine de Shyamalan nos tiene acostumbrados para acabar con un gran final que homenajea las mejores ofertas del cine de serie B. Shyamalan se centra en administrar con maestría la tensión psicológica a la que se enfrentan los protagonistas en su huida utilizando recursos clásicos como la adecuada introducción de una excelente banda sonora. Los protagonistas se enfrentan a un terror desconocido al tiempo que intentar resolver sus problemas conyugales y teorizan sobre las causas de la amenaza, con una estudiada autocontención muy propia de su cine y que, en muchas ocasiones, le resta credibilidad pero que esta vez está mejor resuelta gracias a la buena labor actoral. La solución final tanto a la amenaza invisible como a la relación de los personajes principales resulta quizás en exceso ventajista para con el espectador, aunque no deja de estar rodada con un comedimiento que la hace creíble dentro de la estructura lógica de la historia, e incluso, la moraleja proecologista – el efecto Gaia es una de las soluciones que se barajan entre los protagonistas para explicar la amenaza- está introducida con elegante sutileza en el mecanismo de la historia. Resulta especialmente destacable en la película, la labor del protagonista, un excelente Mark Walberg, que encarna a la perfección el tipo de protagonista que le gusta a Shyamalan en sus películas, un ciudadano medio que intenta salir adelante de una situación que le sobrepasa al tiempo que buscar resolver una crisis personal, realizando un de sus mejores interpretaciones hasta la fecha.
En definitiva, “El incidente” es una buena película en la que Shyamalan vuelve a sus orígenes para encontrar la verdad de su cine logrando en esta ocasión acercarse bastante al éxito en su búsqueda de la piedra filosofal de la comercialidad con la autoría. Si es a este nivel, que siga buscando.