Planeta vuelve a la carga
con la segunda entrega de la serie de integrales con la que está recuperando un
clásico como el “Jeremiah” de Hermann en la que recoge los inencontrables en la
anterior edición de Grijalbo cuarto a
sexto álbumes de la serie original con títulos tan seductores como “Los
Ojos de Fuego”, “Un cobaya para la eternidad” y “La Secta”.
Se puede decir que “Los ojos de fuego” cierra el primer gran ciclo de la serie, en el que más
apegado se mantuvo Hermann a las convenciones aprendidas del Western al lado de
Greg en "Comanche", al culminar el reencuentro por fin del joven Jeremiah con uno de sus
parientes perdidos en una historia rocambolesca en la que Hermann brilla
impresionantemente a nivel gráfico mostrando espectaculares espacios
naturales. La historia es un tanto desconcertante –algo, por otro lado, que
encanta a un autor que siempre ha presumido de ir por delante de sus lectores-
presentando a unos Jeremiah y Kurdy enfrascados en su rastreo mientras por otro
lado los esclavos de la reserva india – los indios convertidos en el Western
posapocalíptico de Hermann curiosamente en un disciplinado ejército- intentan
escapar ayudados por un quintacolumnista al tiempo que, aparece y desaparece,
de la historia un siniestro ilusionista cuyos objetivos Hermann no desvelará
hasta el final. “Los ojos de fuego”, como casi todos los de Hermann es una
historia que gana con las relecturas y muestra a un autor que va ganando
confianza en el desarrollo de sus habilidades como guionista incorporando
diversas subtramas que acaban de confluir finalmente en el reencuentro entre Jer y su tía.
En “Un cobaya para la
eternidad”, Hermann abandona definitivamente cualquier ilusión que pudiera
haberse hecho el lector de la época porque se ciñera al género Western (por muy
posapocalíptico que este sea) y cambia completamente el giro de la serie en una
historia en la que critica los peligros de la Ciencia desatada al convertir a
Kurdy en víctima de un viejo conocido que con engaños le lleva hasta una
siniestra comunidad dirigida por un científico que al parecer ha encontrado el
secreto de la eterna juventud. “Un cobaya para la eternidad” es una historia
fascinante en la que Hermann profundiza por primera vez en la guadianesca
personalidad de Kurdy al tiempo que construye un conmovedor y triste final al
atisbo de romance que Jer tuvo con Cheryl. Hermann construye una magnífica trama de
historias en paralelo en la que vuelve a mostrar la disparidad de los dos personajes
principales, Jeremiah y Kurdy, tan antagónicos como complementarios,
En “La Secta”, Hermann
presenta a Jeremiah y Kurdy como escoltas en el viaje de un influyente personaje y su familia. Durante
el viaje, los miembros de la partida vivirán todo tipo de vicisitudes y
peligros hasta que se verán engañados por los miembros de una siniestra secta
para que encuentren refugio en su sede sin sospechar que se acabarán
convirtiendo en unos estupendos sacrificados. Hermann trata directamente el
tema de las sectas destructivas en una rica trama en la que vuelve al Western y en la que coquetea con el género del terror y en la que realiza un magnífico trabajo al retratar
los distintos personajes que aparecen en una historia resuelta con pericia y en
la que el autor acaba por fin de alcanzar su madurez como autor total.
Respecto a la edición, en
esta nueva entrega parece que se ha realizado un especial esfuerzo por subsanar
los defectos de la primera y no he notado las erratas y errores que
abundaron en la anterior entrega y la reproducción resulta más cuidada aunque –evidentemente-
ganaría a un tamaño superior. A pesar de ello, en estos tebeos el dibujo de
Hermann luce espectacular y sus complejos y sorprendentes guiones muestran a un
autor implicado con su obra, construyendo álbum a álbum una de las series de
Ciencia Ficción más singulares y hermosas que uno ha leído.