Se hacía de rogar Ediciones Kraken a la hora de publicar la segunda entrega de “Las Olivas Negras” que tan buen sabor de boca me dejó tras su primera entrega, tal y como les comenté por aquí. Sin embargo, la espera ha valido la pena pues esta segunda entrega titulada “Adam Harishon” mantiene el nivel y llega incluso a superar a su antecesora.
En este segundo álbum, se retoma la acción en el punto en el que se dejó en el anterior album y se centra en la relación entre el pequeño Gamaliel y el zelote Josué, quienes parten del campamento zelote para rescatar al padre del niño prisionero en Jerusalén por los romanos. A través de la travesía del desierto Gamaniel y Josué llegan a un oasis en el que conocen a un nuevo grupo de judíos dedicados a la vida contemplativa liderados por el profeta Yeshayahu, mientras son buscados por Élie para evitar una desgracia. Previamente, Gamaliel en sus aventuras en el desierto ha conocido a un extraño ermitaño que vive con la única compañía de unas serpientes y dice ser Adam Harishon, el primer hombre creado por Dios según la tradición hebraica, el cuál salva a uno de los desertores galos de la picadura de una serpiente y establece una extraña relación con el niño.
En este segundo volumen de “Las olivas negras” se confirma el excelente trabajo que el dúo Sfar ("La Mazmorra", "El gato del rabino") - Guilbert ("La guerra de Alan","El Fotografo")es capaz de realizar en esta historia rica y compleja, llena de matices y significados desde una aparente simplicidad narrativa y compositiva. Partiendo del infantil e inocente punto de vista de Gamaniel, Sfar analiza los cimientos y características de la fe hebraica a través del carácter y personalidad de los distintos personajes con los que se va cruzando el joven Gamaniel en la búsqueda de su padre. Así, contraponiendo a la firmeza y ternura de la figura paterna en la enseñanza de su fe que conocimos en el anterior volumen, se nos presenta en este al zelote Josué, un hombre acomplejado y cobarde que encuentra en su religión la justificación para enfrentarse a los invasores de su país, y al cínico e hipócrita profeta Yeshayahu, dispuesto a tergiversar las enseñanzas de la Torá en su propio beneficio y a prestar su ayuda a Eliá a cambio de oro. Ambos personajes están pensados para provocar la antipatía del lector por un Sfar que ofrece a lo largo del vagabundeo de su protagonista tantas preguntas como respuestas en una historia de corte histórico pero cuyas conclusiones podrían ser perfectamente extrapolables a nuestra época. Es sorprendente la capacidad que desarrolla este autor para incorporar ideas tan complejas en un relato aparentemente muy sencillo sin resultar en ningún momento farragoso ni aburrido para cualquier lector, que sin entrar en simbologías ni complejidades puede disfrutar simplemente de las aventuras del niño que busca a su padre. Toda esta riqueza argumental Sfar no la hubiera podido desarrollar sin la gran labor que desarrolla en esta historia un Enmanuel Guilbert capaz de dar forma a toda la estructura ideada por Sfar a través de una clasica composición de seis viñetas por página aparentemente muy sencilla pero tremendamente eficaz. Guilbert juega permanentemente a lo largo de las viñetas con diferentes planos para narrar una secuencia continuada con lo que ayuda a caracterizar y posicionar a cada uno de los personajes jugando con primeros planos y planos intermedios para establecer el marco adecuado en el que incorporar con naturalidad los ajustados y pensados diálogos de Sfar. Al mismo tiempo, muestra un total dominio del medio para romper la linealidad del relato y mostrarnos otras situaciones sin que ello resulte violento ni merme la calidad de la lectura. También hay que destacar el uso del color que realiza Walter en esta obra dotándola a través de unos colores planos de toda la sobriedad que necesita y sabiendo mostrar las diferentes ambientaciones que el paisaje, importante elemento de la historia, requiere. Los amarillos de Walter queman como el desierto de día y sus violetas reflejan el frío de las noches del desierto. Un excelente trabajo.
Sin más, os recomiendo esta serie cuyos albumes hasta ahora son una pequeña maravilla y uno de los mejores cómics europeos publicados en lo que llevamos de año y de la que todavía nos faltan por disfrutar dos volúmenes más. Quizás el único pero que se pueda poner es la edición de Kraken usa de un papel excesivamente fino, que hace que las páginas se transparenten al trasluz. Esperemos que en próximos álbunes la editorial sea capaz de solucionarlo.
En este segundo álbum, se retoma la acción en el punto en el que se dejó en el anterior album y se centra en la relación entre el pequeño Gamaliel y el zelote Josué, quienes parten del campamento zelote para rescatar al padre del niño prisionero en Jerusalén por los romanos. A través de la travesía del desierto Gamaniel y Josué llegan a un oasis en el que conocen a un nuevo grupo de judíos dedicados a la vida contemplativa liderados por el profeta Yeshayahu, mientras son buscados por Élie para evitar una desgracia. Previamente, Gamaliel en sus aventuras en el desierto ha conocido a un extraño ermitaño que vive con la única compañía de unas serpientes y dice ser Adam Harishon, el primer hombre creado por Dios según la tradición hebraica, el cuál salva a uno de los desertores galos de la picadura de una serpiente y establece una extraña relación con el niño.
En este segundo volumen de “Las olivas negras” se confirma el excelente trabajo que el dúo Sfar ("La Mazmorra", "El gato del rabino") - Guilbert ("La guerra de Alan","El Fotografo")es capaz de realizar en esta historia rica y compleja, llena de matices y significados desde una aparente simplicidad narrativa y compositiva. Partiendo del infantil e inocente punto de vista de Gamaniel, Sfar analiza los cimientos y características de la fe hebraica a través del carácter y personalidad de los distintos personajes con los que se va cruzando el joven Gamaniel en la búsqueda de su padre. Así, contraponiendo a la firmeza y ternura de la figura paterna en la enseñanza de su fe que conocimos en el anterior volumen, se nos presenta en este al zelote Josué, un hombre acomplejado y cobarde que encuentra en su religión la justificación para enfrentarse a los invasores de su país, y al cínico e hipócrita profeta Yeshayahu, dispuesto a tergiversar las enseñanzas de la Torá en su propio beneficio y a prestar su ayuda a Eliá a cambio de oro. Ambos personajes están pensados para provocar la antipatía del lector por un Sfar que ofrece a lo largo del vagabundeo de su protagonista tantas preguntas como respuestas en una historia de corte histórico pero cuyas conclusiones podrían ser perfectamente extrapolables a nuestra época. Es sorprendente la capacidad que desarrolla este autor para incorporar ideas tan complejas en un relato aparentemente muy sencillo sin resultar en ningún momento farragoso ni aburrido para cualquier lector, que sin entrar en simbologías ni complejidades puede disfrutar simplemente de las aventuras del niño que busca a su padre. Toda esta riqueza argumental Sfar no la hubiera podido desarrollar sin la gran labor que desarrolla en esta historia un Enmanuel Guilbert capaz de dar forma a toda la estructura ideada por Sfar a través de una clasica composición de seis viñetas por página aparentemente muy sencilla pero tremendamente eficaz. Guilbert juega permanentemente a lo largo de las viñetas con diferentes planos para narrar una secuencia continuada con lo que ayuda a caracterizar y posicionar a cada uno de los personajes jugando con primeros planos y planos intermedios para establecer el marco adecuado en el que incorporar con naturalidad los ajustados y pensados diálogos de Sfar. Al mismo tiempo, muestra un total dominio del medio para romper la linealidad del relato y mostrarnos otras situaciones sin que ello resulte violento ni merme la calidad de la lectura. También hay que destacar el uso del color que realiza Walter en esta obra dotándola a través de unos colores planos de toda la sobriedad que necesita y sabiendo mostrar las diferentes ambientaciones que el paisaje, importante elemento de la historia, requiere. Los amarillos de Walter queman como el desierto de día y sus violetas reflejan el frío de las noches del desierto. Un excelente trabajo.
Sin más, os recomiendo esta serie cuyos albumes hasta ahora son una pequeña maravilla y uno de los mejores cómics europeos publicados en lo que llevamos de año y de la que todavía nos faltan por disfrutar dos volúmenes más. Quizás el único pero que se pueda poner es la edición de Kraken usa de un papel excesivamente fino, que hace que las páginas se transparenten al trasluz. Esperemos que en próximos álbunes la editorial sea capaz de solucionarlo.