P: Y ahora que estás hablando de gente que te escriba guiones, en
Koma tienes un guionista,
Pierre Wazem. ¿Cómo llevas la interacción con un guionista? ¿Te adaptas bien a trabajar con otra gente? ¿Cómo surgió este proyecto?
Peeters: Cada caso es distinto. En el caso de
Koma, quien me escribió el guión en realidad es un amigo. Yo llegué con un dibujo de una niña con un monstruo, se lo enseñé sin más, y al cabo de poco tiempo me dijo que ya tenía un guión. Como este amigo también es dibujante, me hacía los guiones, me los mandaba, y yo los recibía y los planificaba y, no se sabe cómo, pero eran 46 páginas. De todas formas hay que decir que una tarde previa nos reunimos alrededor de una botella y ahí, en esa tarde, definimos lo que iban a ser los personajes, lo que iba a ser el universo, y a partir de esa tarde el guión fue todo suyo. De todas maneras, era la primera vez que me daban un guión hecho, terminado. Lo mismo que en
Castillo de arena, el resto no. Luego tenemos el tema de
RG con el policía. Él me iba contando cosas. Yo escribía y el me iba relatando anécdotas que muchas veces no tenían ningún interés.
P: Como acabas de decir, para hacer
RG te reuniste con un policía que te contaba cosas sobre su trabajo, sobre los casos en los que trabaja, y tu eso lo conviertes en un cómic. Escribes el guión, haces el dibujo e incluso aquí aplicas tú el color. Pero da la sensación de que aunque estás haciendo una historieta de género, te alejas bastante de los clichés de la novela negra y del cine negro. Hay un policía muy poco heroico, no hay demasiada acción… ¿Cómo te planteaste esto? ¿Todo esto es intencionado por tu parte?
Peeters: Todo es una cuestión de equilibrio. Es como cuando te metes en la cocina. Me dicen que quieren un pisto y me dan los ingredientes del pisto pero ni siquiera me han lavado el tomate, con lo cual, a partir de ahí tengo que crear. El problema de la policía es que hoy en día viven inmersos en estereotipos que vienen o de la novela negra o del cine. No quiero generalizar, pero en este caso concreto diría que los policías casi juegan a ser policías. Cuando me cuenta una historia, me la está contando tal y como él se vería en su cabeza, como si estuviese es una película, como actuando. Y mi trabajo consistía precisamente en que me contara la verdad, el día a día de un policía en París. Era muy difícil, porque ahora mismo la vida de un policía es muy aburrida y muy banal. Con lo cual era un pulso. Era un pulso entre él, que quería ser él héroe, y el dibujante, que quería la realidad. La verdad es que lo complicado es que no puedes hacer un buen libro con lo que es la realidad, la vida real de un policía. Entonces, resulta que tras mogollón de horas con él, me di cuenta de que podía haber hecho el libro yo solo. Lo que pasa es que desde los años treinta o cuarenta, en las películas siempre tienen de asesor a un policía que les dice si tal cosa es así o no es así. Con lo cual al final te encuentras con que los de la realidad sueñan con la ficción, y en la ficción te encuentras con que tienes un policía real que te dice si esto es así o no. Así que después de haber visto todas las películas, después de haber leído novela negra, el álbum lo podía haber hecho yo solo. Y ya como anécdota, contar que he ido muchas veces a varias comisarías de París, y en todas esas comisarías lo que tienen es un montón de pósteres de películas. ¡Y encima son de las malas!
(Imprescindible para los que nos gusta la obra de
Peeters la transcripción que de la charla que el suizo dio en el pasado
Salón de Getxo han realizado los chicos/as de
Entre Cómics y podéis leer completa
aquí).