Hace más o menos un año, escribí ya sobre lo “novedoso” del formato elegido por DC para desarrollar su nueva macrosaga tras “Crisis Infinita”, “52”. Dejaba pendiente el análisis de la historia más allá de la enorme operación de marketing desarrollada en torno a este cómic. Bien, ese momento ha llegado.
“52” más allá de su periodicidad semanal y su distribución, que al parecer quitaba el sueño a muchos y se ha resuelto bastante bien por Planeta, ha sido una serie enormemente irregular en cuanto a sus contenidos debido fundamentalmente a dos cuestiones: primera, se trata de una historia estirada para ceñirse a la duración limitada de la colección a un año con unas historias que no daban para tanto; segunda, el carácter colectivo de la obra obligó a un extraño método de trabajo individual y colectivo que hacia que cada guionista desarrollase arcos argumentales separados, desarrollando cada uno su propia historia con sus personajes manteniendo continua comunicación con el resto, y teniendo cada autor un número menor de páginas a lo al que están acostumbrados en lo que sería un cómic-book normal, con lo que los efectos y “cliffhangers” quedan raros y se convierten en un enorme prólogo para la historia que realmente se quería contar –la reconversión del universo DC en un multiverso de 52 Tierras Paralelas sorprendiendo que necesiten un último número de mayor extensión para contarla-dependiendo cada arco del interés proporcional al interés (y talento) puesto por el autor encargado.
La parte más divertida ha sido la desarrollada por Morrison con la Isla de los Genios Locos, y las más intensa las llevadas por Mark Waid con toda la historia de Black Adam y la trama de los superhumanos de Luthor como puntos fuertes, mientras que Geoff Johns hace un trabajo aseado pero insulso en la trama espaciotemporal relativa a Booster Gold y la espacial con Adam Strange, Starfire y Lobo, Greg Rucka firma el peor arco argumental de la serie –insufrible- dedicado a la nueva Question. En el aspecto gráfico, no me ha parecido especialmente reseñable a pesar de los bocetos de Keith Giffen y lo único que merece la pena son las excelentes portadas de J.G. Jones y Alex Sinclair que en ocasiones se convertían en la única razón para continuar con la colección
El resultado final y la mejor imagen que define a “52” es la de una botella de gaseosa abierta: conforme más tiempo se mantiene sin tapón, más gas pierde y peor sabe, convirtiéndose finalmente su compra en una rutina semanal más (mensual en mi caso) que no ha sabido mantener las expectativas número a número. Su trascendencia en el Universo DC estará limitada hasta que el editor de turno decida volver a recrear un único Universo en unos añitos en un ciclo que dejará poco margen a la creatividad pero asegurará unos beneficios económicos suculentos a la empresa.
(Parece que a DC le ha convencido el sistema “52” y han repetido la fórmula en la nueva serie “Cuenta Atrás”, que servirá de prólogo al gran evento 2009 “Crisis Final”. Yo desde ya les digo que he entrado en mi propia crisis y me bajo del carro. Ustedes verán).