Seguimos con el repaso desordenado a la obra del noruego Jason, que en España ha publicado casi en su totalidad la editorial Astiberri, con “El último mosquetero”, una nueva obra en la que la mezcla sin complejos de géneros, la contención emocional y el absurdo humor inteligente, se aúnan para mantener atrapado al lector durante cuarenta y ocho páginas.
Athos, el antaño famoso mosquetero, enfrenta el hastío de la inmortalidad mendigando copas de bar en bar, ajeno a un mundo que ha cambiado mucho en los últimos cuatrocientos años y en el que sus ideales románticos parecen no tener cabida. Cuando Francia –y por extensión el mundo- es amenazada por una inminente invasión marciana, Athos emprenderá una última aventura para salvar el planeta con la única ayuda de su imbatible estoque y su indomable valor. ¿Logrará Athos salvar al mundo? ¿Recuperará la amistad de sus antiguos compañeros de armas?¿Descubrirá el misterio oculto tras la invasión alienígena? Tendrán que leerse el tebeo para enterarse.
Jason vuelve a ofrecer a sus seguidores una receta de buen cómic que a pesar de no resultar novedosa para los conocedores de su obra resulta igualmente efectiva que en otras entrega, haciendo gala de los mismos recursos para mantener el interés del lector y sintetizar narrativamente en apenas cuarenta y ocho páginas historias sólo aparentemente simples y en las que la amistad y el amor siempre subyacen bajo la aventura de turno que sirve de excusa al autor para mostrar al mundo sus particulares obsesiones. En esta ocasión, Jason hace un recorrido por el folletín y el pulp dejando patente su conocimiento y cariño por los mismo y sus autores, especialmente por la obra de Alejandro Dumas, de la que toma al personaje protagonista, el mosquetero Athos, al que reinventa sin complejos para convertirlo en un remedo del John Carter burroughsiano o el Flash Gordon raymondiano (me encanta inventarme palabros) de los que toma características y estéticas, en una historia llena de peripecias en y que se resuelve brillantemente en un final anticlímax que redondea con el moralizante cierre con el que el autor busca más que adoctrinar a sus lectores dejar quizás claro su posicionamiento vital y cerrar una historia que no cobra pleno sentido hasta la última viñeta y el último bocadillo.
El ritmo narrativo de Jason es personalísimo y le identifica respecto a cualquier otro autor. Probablemente, con la excepción de Seth o Chris Ware, pocos autores contemporáneos son capaces de sacar tanto partido a los silencios y al esquematismo de su planteamiento en el que nada queda al azar para guiar al lector sutilmente a través de la historia para que sea el propio lector el que rellene los huecos con lo que su lectura resulta especialmente satisfactoria, evitando caer en todo momento en tópicos o convencionalismos de género. Jason ha sido comparado con grandes directores de cine suecos como Dreyer o Bergman en el distanciamiento y economía con la que construyeron sus grandes películas y, probablemente, algo de eso haya sobre todo en la manera de construir la historia con un planteamiento casi teatral del desarrollo de la trama y en la concisión de los diálogos, pero creo que si hay que buscar alguna referencia cinematográfica al autor noruego está se encuentra más en los grandes clásicos del cine mudo en la manera de desarrollar los gags e ir encadenando la sucesión de viñetas y, sobre todo, en la obra de Herriman.
Su opción por esa simplicidad expositiva se manifiesta también en su estilo de dibujo, de trazo limpio e infantil, convirtiéndose en una trampa más en la construcción de la historia por parte del noruego con la que mantener el interés del lector y ofrecer una riqueza de interpretaciones que la hacen atractiva a los lectores de cualquier edad. En ese sentido, Jason ha encontrado en Hubert un aliado perfecto con el que se entiende a las mil maravillas a la hora de dotar de color a sus historias, optando por colores planos que refuerzan la buscada pobreza visual de la obra.
En definitiva, “El último mosquetero” es una muestra más del inmenso talento para la narración gráfica de Jason, un autor que sin hacer demasiado ruido se ha hecho un nombre dentro del cómic europeo. Si tienen oportunidad, échenle un ojo y luego me cuentan.
Otras obras de Jason en El lector impaciente:
“Yo maté a Adolf Hitler”.
“ No me dejes nunca”.
Athos, el antaño famoso mosquetero, enfrenta el hastío de la inmortalidad mendigando copas de bar en bar, ajeno a un mundo que ha cambiado mucho en los últimos cuatrocientos años y en el que sus ideales románticos parecen no tener cabida. Cuando Francia –y por extensión el mundo- es amenazada por una inminente invasión marciana, Athos emprenderá una última aventura para salvar el planeta con la única ayuda de su imbatible estoque y su indomable valor. ¿Logrará Athos salvar al mundo? ¿Recuperará la amistad de sus antiguos compañeros de armas?¿Descubrirá el misterio oculto tras la invasión alienígena? Tendrán que leerse el tebeo para enterarse.
Jason vuelve a ofrecer a sus seguidores una receta de buen cómic que a pesar de no resultar novedosa para los conocedores de su obra resulta igualmente efectiva que en otras entrega, haciendo gala de los mismos recursos para mantener el interés del lector y sintetizar narrativamente en apenas cuarenta y ocho páginas historias sólo aparentemente simples y en las que la amistad y el amor siempre subyacen bajo la aventura de turno que sirve de excusa al autor para mostrar al mundo sus particulares obsesiones. En esta ocasión, Jason hace un recorrido por el folletín y el pulp dejando patente su conocimiento y cariño por los mismo y sus autores, especialmente por la obra de Alejandro Dumas, de la que toma al personaje protagonista, el mosquetero Athos, al que reinventa sin complejos para convertirlo en un remedo del John Carter burroughsiano o el Flash Gordon raymondiano (me encanta inventarme palabros) de los que toma características y estéticas, en una historia llena de peripecias en y que se resuelve brillantemente en un final anticlímax que redondea con el moralizante cierre con el que el autor busca más que adoctrinar a sus lectores dejar quizás claro su posicionamiento vital y cerrar una historia que no cobra pleno sentido hasta la última viñeta y el último bocadillo.
El ritmo narrativo de Jason es personalísimo y le identifica respecto a cualquier otro autor. Probablemente, con la excepción de Seth o Chris Ware, pocos autores contemporáneos son capaces de sacar tanto partido a los silencios y al esquematismo de su planteamiento en el que nada queda al azar para guiar al lector sutilmente a través de la historia para que sea el propio lector el que rellene los huecos con lo que su lectura resulta especialmente satisfactoria, evitando caer en todo momento en tópicos o convencionalismos de género. Jason ha sido comparado con grandes directores de cine suecos como Dreyer o Bergman en el distanciamiento y economía con la que construyeron sus grandes películas y, probablemente, algo de eso haya sobre todo en la manera de construir la historia con un planteamiento casi teatral del desarrollo de la trama y en la concisión de los diálogos, pero creo que si hay que buscar alguna referencia cinematográfica al autor noruego está se encuentra más en los grandes clásicos del cine mudo en la manera de desarrollar los gags e ir encadenando la sucesión de viñetas y, sobre todo, en la obra de Herriman.
Su opción por esa simplicidad expositiva se manifiesta también en su estilo de dibujo, de trazo limpio e infantil, convirtiéndose en una trampa más en la construcción de la historia por parte del noruego con la que mantener el interés del lector y ofrecer una riqueza de interpretaciones que la hacen atractiva a los lectores de cualquier edad. En ese sentido, Jason ha encontrado en Hubert un aliado perfecto con el que se entiende a las mil maravillas a la hora de dotar de color a sus historias, optando por colores planos que refuerzan la buscada pobreza visual de la obra.
En definitiva, “El último mosquetero” es una muestra más del inmenso talento para la narración gráfica de Jason, un autor que sin hacer demasiado ruido se ha hecho un nombre dentro del cómic europeo. Si tienen oportunidad, échenle un ojo y luego me cuentan.
Otras obras de Jason en El lector impaciente:
“Yo maté a Adolf Hitler”.
“ No me dejes nunca”.